Estoraques
DOI:
https://doi.org/10.18041/1657-7531/interaccion.0.2331Resumen
Fue después de leer el mejor libro de poemas escrito en Colombia que tuve la idea del viaje. Vino a mí con la claridad de una revelación. Me levanté del estudio y caminé hacia el cuarto principal, en donde Lucía yacía recostada contra la cabecera de la cama. Encendí un cigarrillo y abrí la ventana de la habitación para que el humo se escapara. Afuera se escuchaba rugir al viento, el que viene y el que va, como escribió el poeta. “Voy a hacer un viaje con mamá,” le dije. “¿A dónde?” “A Estoraques.” Ella desvió su mirada del televisor y me miró a los ojos. “¿Tengo que ir?” Me preguntó. “Si tengo que ir no cuentes conmigo, sabes que no puedo dejar el trabajo así como así.”