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Thu, 30 Jun 2022 in Revista Criterio Libre
La restauración organizacional, estrategia emergente como metáfora para la adaptación de los ecosistemas empresariales
Resumen
Las organizaciones pueden ser vistas como modelos ecosistémicos a partir del pensamiento de estas como sistemas. Sus articulaciones en redes posibilitan, además, el agenciamiento por metáforas de las ciencias biológicas a las organizacionales. Esta posibilidad de análisis ha traído -para el desarrollo de la teoría organizacional- imágenes que facilitan comprender mejor las dinámicas en las estructuras sociales y económicas en que ellas se desenvuelven. Pensar en los ecosistemas organizacionales como estructuras complejas, adaptables a entornos turbulentos y con capacidades de evolución conjunta y colaboración ha permitido concebir estructuras organizacionales diversas y con resiliencia para enfrentar los cambios del entorno. Sin embargo, no siempre las estructuras organizacionales individuales y colectivas son capaces de hacer frente a cambios abruptos del entorno, por lo que una nueva metáfora organizacional desde el aporte biológico puede dar lineamientos novedosos de desarrollo en esta condición: la restauración organizacional. La restauración proporciona a las organizaciones elementos de análisis e intervención, en particular cuando el propio sistema no cuenta ya con los elementos mínimos para su rehabilitación. Se encuentra en este documento que en la particularidad de un evento truncador o deconstructor -en el caso organizacional- o de disturbios en el sistema, se comparten elementos de análisis que permiten entender la dinámica del proceso, y la concepción de la restauración organizacional posibilita una regeneración cuando el sistema se encuentra incapacitado para generar nuevos procesos, desde una base para empezar a desarrollarse, buscando finalmente la diversidad como elemento central.
Main Text
“No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente. Es la más adaptable al cambio”.
Charles Darwin
Introducción
Las organizaciones enfrentan dificultades por diferentes motivos, en algunos casos por su tamaño, en el cual se reconoce que la mayoría de los arreglos organizacionales en Latinoamérica corresponden a pymes, con cifras cercanas a 98% de la composición empresarial (De la Torre y otros, 2022); o por condiciones de la estructura empresarial; por los cambios en las preferencias de los consumidores o por cambios en el entorno. Esto ha sido común desde los años 70, pero en los últimos años estos retos han sido vertiginosos, y se pueden resumir en la crisis de demanda por pandemia, el cambio en la disponibilidad de recursos energéticos, los problemas de abastecimiento y contenedores, la disminución de la demanda, la pobreza en las regiones en vías de desarrollo, que atrasó más de veinte años a algunas comunidades, niños desvinculados de los procesos de educación, desnutrición e incluso la guerra (Montoya y Montoya, 2022). Los últimos cinco años han tenido más retos que cualquier otra época reciente, porque, aunque estos eventos no es la primera vez que suceden, la dependencia, interconexión y creación de sistemas sociales y económicos hacen que los impactos se multipliquen en las diferentes economías. Esto obviamente afecta la calidad de vida de las personas, su seguridad y su propia prosperidad y los sistemas económicos se impactan, ya que las organizaciones han visto diezmada su capacidad de generar ingresos, tener liquidez o rentabilidad, poniendo en peligro su propia existencia como generadoras de empleo y de oportunidades para quienes dependen de ellas (Oyarvide y otros, 2021; Campos y Buitrago, 2022). Aquellas organizaciones que no se adaptan a los cambios debido a sus limitaciones en términos de recursos y capacidades (Rueda y Rueda, 2016) pueden ver su propia integridad en aprietos.
Se reconocen dos importantes elementos en el análisis de las estructuras empresariales: en primer lugar, su capacidad de adaptación, la cual posibilita el entendimiento del campo de la estrategia organizacional (Prahalad y Hamel, 1994), como un tema de interés de la gestión de organizaciones (Noguera, 2012). Noguera propone que el análisis de la estrategia sea vista como un proceso emergente en el cual los recursos con que cuenta la organización permitan reconocer un espacio para su propio desarrollo. En segundo lugar, el reconocimiento de que, gracias a las tecnologías de la información, la interconectividad, las redes y el esfuerzo deliberado hecho no solo por los empresarios y las entidades gubernamentales, las organizaciones son parte de ecosistemas empresariales, interconectados y ahora vulnerables por esta misma dependencia. Noguera (2012) propone una preparación mayor para lo inesperado con un continuo replanteamiento de las acciones organizacionales, ya no como modelos sino con el reconocimiento, tanto desde lo real como desde lo investigativo, de los sistemas empresariales complejos. Pulgarín y Rivera (2012) señalan la importancia de alinear herramientas de procesos estratégicos con las turbulencias y los escenarios alejados del equilibrio y la complejidad. Ello requiere, entonces, el aporte de los estudiosos de las teorías organizacionales para entender cómo adaptarse mejor y encontrar estrategias individuales y colectivas que permitan subsistir.
En el presente documento se abordará esta problemática desde la metáfora biológica aplicada a las organizaciones, entendiendo la capacidad de adaptación mediante una alternativa de pensamiento sobre la restauración de un sistema, de manera que ello permita enriquecer la reflexión sobre dificultades emergentes en los ecosistemas organizacionales. En tal sentido, se revisará la relación con el entorno, los mecanismos de adaptación, la restauración biológica y el aporte de esta a la gestión de organizaciones.
Relación organización-entorno
La relación de los seres vivos con su entorno es lo que determina el ecosistema (Di Salvo y otros, 2009). Este se convierte en el escenario en que las especies interactúan, sobreviven, se reproducen y crean interrelaciones para tratar de mantener equilibrios en los cuales la existencia sea posible para todos. En ocasiones, algunos elementos y fluctuaciones afectan especies y su subsistencia dependerá de leer las variaciones y encontrar adaptaciones. En el sistema económico surgió el concepto de ecosistemas organizacionales para encontrar en la metáfora (Morgan, 1980) elementos desde la complejidad biológica para mantener el sistema de organizaciones en relaciones positivas que promuevan la supervivencia y el crecimiento.
Uno de los elementos fundamentales es la lectura que se realiza del entorno, tanto en organizaciones individuales como colectivas, para encontrar elementos de estrategia, aprendizaje y adaptación. Este análisis con las teorías organizacionales ha evolucionado, lo cual puede verse en la Tabla 1.
Como puede verse en la tabla, el análisis del entorno -con sus cambios- son fundamentales para determinar la supervivencia de las instituciones, las organizaciones se desarrollan en este, les posibilita factores que crean oportunidades y limitaciones (Marín, 2022). La adaptación del concepto se ha nutrido de la experiencia de los autores y del momento social y tecnológico que han vivido y que le permite ir añadiendo elementos de análisis y de desarrollo.
La metáfora biológica
La comparación de conocimientos entre las ciencias ha resultado una alternativa muy interesante para desarrollar disciplinas propias (Montoya y otros, 2010). Conceptos que ya han sido probados en unas áreas sirven para ilustrar o explicar otras, desarrollar léxicos nuevos e incluso comparar avances. El desarrollo de nuevas teorías también se ha apalancado en este proceso de aprovechar conocimientos previos y agenciarlos, adaptándolos en otros entornos, lo que inclusive permite no solo mayores aprendizajes, sino quizás una mejor comprensión. La metáfora se caracteriza por llevar lo que es conocido a lo que no lo es, y en ciencias económicas y sociales proporcionan utilidad no solo para imaginar nuevos conocimientos sino también para vislumbrar formas alternativas para presentarlos. Palma (2016) llama la atención sobre este desarrollo de la ciencia, encontrando cómo la metáfora apalanca la construcción científica:
En primer lugar, la enorme cantidad de metáforas en todas las áreas científicas lleva a sospechar fuertemente que su presencia es más la regla que la excepción y que se trata más de un expediente cognoscitivo, que mera o solamente heurístico o retórico; en segundo lugar que en casi todos esos casos las expresiones metafóricas no son sustitutos o paráfrasis de otras expresiones literales y más esotéricas que los científicos usarían entre pares o entre entendidos, sino la forma única y habitual en la que se expresan; en tercer lugar que las consecuencias teóricas, conceptuales y prácticas de las metáforas son parte del corpus teórico al cual pertenecen, al modo de los teoremas de un sistema axiomático. (p. 7).
Y es que el desarrollo del lenguaje y de la propia ciencia se destaca desde Aristóteles, quien alude a la potencialidad que tiene la metáfora para explicar algo nuevo o incluso para nombrarlo. “Por ello las metáforas solo juegan un papel inicial en la investigación, o didáctico, una vez que se ha explicado las causas de manera propia” (Vásquez, 2010, p. 117). La Tabla 2 proporciona algunas de las metáforas que han sido aplicadas a las organizaciones, las cuales se han desarrollado desde diferentes marcos conceptuales, como los modelos tradicionales económicos, las teorías institucionales o la organización industrial y también de los modelos administrativos y, finalmente, de los biológicos como el aporte de la ecología a los procesos organizacionales.
El pensamiento organizacional se facilita mediante la metáfora biológica (Crandall y otros, 2022). Se destacan las organizaciones como especies y se reconocen habilidades de los modelos biológicos que pueden ser aprovechados en las relaciones organizacionales (Montoya y Montoya, 2010, 2022):
La ecología de poblaciones es una aproximación muy oportuna para entender el desempeño de una industria, en especial con organizaciones que comparten recursos y se traslapan en un nicho específico. Estos modelos demuestran el poder de la metáfora, en especial en los conceptos sobre la ecología de población y el concepto de nicho muy utilizado en las ciencias administrativas. (p. 129).
Estas relaciones pueden tener diferentes impactos en el sistema y no necesariamente ser positivas (Haugh y otros, 2022). Castro-Ríos (2018) trae estas interacciones para ajustarlas en su metáfora organizacional (Tabla 3):
Karhiniemi (2009) se centra en el problema de que el ecosistema empresarial sea exitoso, porque requiere la adaptación al entorno, con el uso de selecciones estratégicas que crean valor. Iansiti y Levien (2004) proponen el surgimiento de nuevas estructuras, y Moore (1996) argumenta en favor de las relaciones de colaboración, desde el mismo enfoque de la coevolución. Se destaca en los sistemas su capacidad de reunir múltiples actores diferentes en habilidades y tamaños que están más allá de la capacidad de cualquier organización o industria tradicional, lo que les proporciona diversidad, capacidad colectiva de aprender, innovar y adaptarse (Gómez, s.f.) Aunque manteniendo procesos competitivos, los valores compartidos permiten escalar y mejorar la atención a mercados actuales y nuevos. Esto ha sido posible también por el avance tecnológico que les permite mayor interconexión, así no estén geográficamente cerca (Deloitte analysis, 2022).
Snihur y Bocken (2022) señalan cómo “examinar la dinámica y los impactos en el ecosistema empresarial, la sociedad y los niveles del planeta puede -en la nueva frontera para los estudiosos de la gestión estratégica-, ayudar a ampliar y fortalecer la relevancia de esta investigación” (p. 2). Y por su parte, Sump (2019), basado en Winter y Nelson (1982), propone los pasos descritos en la Figura 1 para encontrar un óptimo desempeño organizacional:
El comportamiento adaptativo describe un fenómeno que puede ser estudiado, inspeccionado, caracterizado y diseccionado desde perspectivas diferentes (Caya y Neto, 2018).
Karhiniemi (2009) llama la atención sobre el proceso de creación de ecosistemas de negocios, que no siempre logran la creación de valor, y por ello propone tener un especial énfasis en que los procesos logren este propósito al promover en su sistema de creación de ecosistemas unos pasos para garantizar la funcionalidad de este, que se pueden observar en la Figura 2.
En el modelo de Karhiniemi (2009), la propuesta de valor es el momento central en el cual la estrategia y la gestión del ecosistema posibilitan los momentos adaptativos requeridos para su desarrollo.
Adaptación organizacional
Un elemento central del desarrollo organizacional y el modelo estratégico es la capacidad de las organizaciones de lograr un empalme con su entorno. Es Ross (1956, 1961, 1991) quien relaciona la adaptabilidad con la estructura que debe adoptar toda organización de acuerdo con el grado de complejidad ambiental que se le presenta, y Hannan y Freeman (1977) presentan la adaptación como un proceso evolutivo para asegurar la supervivencia y el ajuste, y así lograr un mejor desempeño.
Aaker y Mascarenhas (1984) proponen que las organizaciones desarrollen una capacidad de flexibilidad que les permita una
respuesta rápida, eficiente y variada para adaptarse y/o anticiparse a los distintos tipos de cambio que continuamente están afectando a las organizaciones debido a la evaluación de sus circunstancias internas y externas, desarrollando o manteniendo de esta forma la ventaja competitiva (p. 20).
Para Basadur y otros (2014), la flexibilidad permite una velocidad de respuesta y adaptabilidad a los cambios, mientras que la adaptabilidad la señala como un proceso continuo. Los autores señalan cómo se requiere ser flexible para desarrollar la capacidad adaptativa (Foronda, 2018; Ballina, 2015).
Garzón (2018) presenta la necesidad de encontrar metodologías para mejorar la capacidad dinámica de adaptación, que permita no solo el ejercicio anticipatorio, sino también la recuperación rápida frente a las fluctuaciones del entorno, y Holland (1992) señala cómo estas nuevas estructuras adaptativas posibilitan un rendimiento progresivamente superior. Por su parte, Pineda y Cortés (2018) presentan tres capacidades que deben priorizarse: detectar, aprovechar y transformar, señalando las grandes ventajas de la experimentación mediante prueba y error, buscando inversiones flexibles y la posibilidad de rediseños organizacionales. Cuando la organización ha desarrollado la adaptación, esta debe ser evaluada para reconocer si es apropiada por la misma como parte de su desarrollo o debe ser nuevamente evaluada para mantenerla como estrategia (Cabarcas y Fontalvo, 2018). Sarta y otros (2021) proponen unos elementos de análisis, en cuanto a los niveles de adaptación, reconociendo que no todos son exitosos o útiles para los propósitos que se persiguen y que se encuentran dificultades que emergen cuando se estudian los procesos de adaptación; estos elementos pueden verse en la Tabla 4.
La adaptación organizacional requiere el análisis del entorno y de los recursos con que cuentan las organizaciones (medidos en términos de capacidades), y presenta a grandes rasgos dos características propuestas por Basadur y otros (2014):
1. Es un proceso proactivo. Permite a la organización cambiar y crear deliberada y continuamente. La adaptabilidad proactiva es un rasgo que distingue a las empresas capaces de responder proactivamente a entornos dinámicos de aquellas que no pueden hacer cambios cruciales;
2. Es disruptiva. Requiere buscar fuera de la organización nuevas oportunidades, problemas, tendencias, tecnologías, ideas y métodos que pueden mejorar radicalmente o cambiar por completo las rutinas o introducir productos y servicios completamente nuevos. Las organizaciones adaptables anticipan problemas y oportunidades y desarrollan soluciones oportunas y nuevas rutinas. (p. 18).
Busquets y otros (2009) proponen la posibilidad de que la adaptación permita incluso cambios en el entorno desarrollando nuevos campos de acción (Gaskill-Clemons, 2018), lo cual se visibiliza en la Figura 3.
Se destaca que en estos procesos adaptativos la coevolución es un elemento central. Peltoniemi (2005, 2006), Peltoniemi y Vuori (2004) determinan que estos procesos de coevolución no se limitan a la biología, definiéndolos como un cambio de aptitud en el sistema que modifica a otro. Y que los procesos coevolutivos surgen de la interconexión de las organizaciones y las especies (ya sea en el ámbito organizacional o biológico). También señalan cómo las conexiones de estos agentes les permiten el desarrollo de mecanismos internos como autoorganización, conectividad, dimensionalidad, dinamismo y reconocimiento de los cambios del entorno como futuros no aleatorios, cambios no lineales y fluctuaciones de este. Peltoniemi destaca cómo las decisiones de una organización influyen en las otras y que estos cambios pueden (como en la naturaleza) ser positivos (mutualismos) o negativos (depredadores). Finalmente, señala que “el detonante de la coevolución es siempre el conocimiento” (Peltoniemi, 2006, p. 29).
Dervitsiotis (2007), Roux y otros (2022), Crausbay y otros (2022) retoman los elementos de permanecer con un entorno detectado en el que se perciben, interpretan, analizan y toman decisiones en el marco del reconocimiento de las necesidades adaptativas de la organización, en forma colectiva (ecosistema) y también individual (Figura 4). Dervitsiotis (2007) propone en este modelo el desarrollo de recursos y cambio de comportamiento (como la estrategia y modelos de negocio, la cultura organizacional y recursos estratégicos, las acciones de exploración y aprendizaje y las aspiraciones y cambio); para ello se basa en las rutinas, capacidades y conocimiento (capacidades tecnológicas, transferencia de conocimiento, estrategia de innovación, capacidades de gestión), y reconoce la gobernanza y las redes de apoyo como motivadores del cambio y gestores de la complejidad estructural.
En este aspecto, Dervitsiotis (2007) propone dentro de su modelo una estrategia de coevolución, donde gracias a los promotores de cambio del entorno, la organización tiene procesos de aprendizaje, adaptación logrando el cambio y emergiendo con una estrategia adaptativa y a la vez de tipo coevolutivo (Figura 5).
La estrategia de coevolución requiere, en primer lugar, una fase de construcción, una segunda de fortalecimiento y una tercera fase de consolidación y aprendizaje organizacional, que interioriza el proceso y desarrolla las capacidades; este proceso se presenta en la Figura 6.
Stum (2019) propone la necesidad de reconocer que las capacidades organizacionales deben ser vistas como procesos específicos, muy relacionadas con las rutinas, entendidas como el proceso de uso de un patrón de acción repetido e interdependiente que da como resultado equipos cuyos miembros tienen una mejor comprensión de las habilidades y conocimientos de los demás (Guo, 2020), y la posibilidad de replicación de estas, así como los conocimientos y capacidades individuales. Señala que las capacidades funcionan y evolucionan en función del tiempo y se construyen en capas interconectadas, en donde es posible ir de la base a lo más complejo superando las opciones en cada capa.
Restauración ecológica como proceso de adaptación
Algunos autores reconocen la importancia del entorno, destacando el desarrollo no solo de capacidades adaptativas y de procesos coevolutivos para la construcción de un ecosistema que permita desarrollarse, crecer y superar las vulnerabilidades de este, sino además de la necesidad de condiciones básicas, sin las cuales el ecosistema no puede contar con oportunidades para el desarrollo (Lozano y otros, 2018; Arriaga y otros, 1994; Vanegas, 2016).
Cuando en la naturaleza los sistemas han sido tan vulnerados que las condiciones se vuelven críticas, como, por ejemplo, en los casos de deforestación en bosques naturales, es preciso tener unos mínimos necesarios para que este retome un proceso autónomo de restauración. En ocasiones el daño es tan profundo, generalmente por la mano del hombre, que le es imposible al mismo sistema reconfigurarse y adaptarse para volver a subsistir (Vargas, 2011; Vargas y otros, 2012). La restauración ecológica implica reconocer el sistema como uno complejo en el que también interactúan las variables humanas (Méndez, s.f.)
La Sociedad Internacional para la Restauración Ecológica (SER) define la restauración como el “proceso de asistir el restablecimiento de un ecosistema que ha sido degradado, dañado o destruido, mediante estudios sobre su estructura, composición y funcionamiento, contando con un ecosistema de referencia que brinde información del estado que se quiere alcanzar o del estado previo al disturbio” (SER, 2004, p. 1). Allí reside la posibilidad de concurrir con la naturaleza para que pueda regenerarse por sí misma de un modo integral, con el objetivo de recuperar ecosistemas para hacerlos sanos, capaces de albergar biodiversidad y de ofrecer de nuevo sus recursos y servicios vitales para la sociedad (WWF, 2021).
La degradación o destrucción de un sistema le imposibilita recuperar sus mecanismos de regeneración, y por eso se hace necesario asistirle en su recuperación (Comisión Nacional Forestal, 2010). La capacidad de restaurar exitosamente un sistema depende de los conocimientos de este, el estado del ecosistema antes y después del disturbio, la cantidad de recursos disponibles, las causas que generaron el daño, la interrelación de factores de carácter ecológico, cultural e histórico; pero, ante todo, el propósito de quienes son parte del sistema para su recuperación (Vargas y otros, 2012).
Vargas (2012) propone 13 pasos para la restauración, que pueden observarse en la Figura 7 y que promueven la intervención en el sistema, tratando de llevarlo a un punto de recuperación autónoma o de mejoramiento, al menos de las condiciones para que esta pueda darse. Una de las condiciones para recuperar el sistema es crear primero una base de diversidad natural que le permita un punto de restauración mínimo y autónomo al mismo. Para ello se buscan especies adaptables, nativas y silvestres, que preparan el suelo y generan un ecosistema primario en donde es posible crear las condiciones para la futura recuperación de las especies que se requieren para el equilibrio y mantenimiento.
Restauración del ecosistema organizacional
La metáfora biológica aplicada a los ecosistemas empresariales, en donde permite ver las organizaciones como miembros de una especie que interactúa, ha resultado un proceso dinamizador, no solo para los analistas del problema organizacional, sino también para el desarrollo de nuevas estructuras empresariales, más adaptadas a entornos turbulentos, generados en parte por la conectividad. Los ecosistemas permitieron entender que los mecanismos evolutivos eran más exitosos si se realizan bajo modelos cooperativos que competitivos, mostrando un mayor ajuste cuanta más colaboración se desarrolle, incluso con empresas de diferentes industrias (Montoya y otros, 2019). Los mecanismos biológicos de adaptación, coevolución, simbiosis y desarrollo del propio ecosistema permiten a las especies interactuar con su hábitat y en algunas ocasiones modelarlo para poder tener mejor desempeño. De la capacidad de la especie para adaptarse depende finalmente su permanencia en el entorno. Las organizaciones, al igual que las especies, tienen habilidades que les han permitido subsistir, crecer y desempeñarse en el modelo económico; al analizar sus competencias y capacidades encuentran que compartirlas y generar cadenas de valor les permiten también lograr mayor supervivencia y adaptación a los entornos cambiantes. El reto es, sin duda, el ajuste de estrategias y estructuras con la velocidad requerida, con el menor riesgo y con recursos escasos. También se encuentra la importancia de la diversidad en el ecosistema, la diferencia entre las especies ayuda a la resiliencia del sistema en ambos tipos de interacciones, proporcionando novedad, nuevas capacidades, innovaciones y, sin duda, procesos evolutivos.
Las economías como los ecosistemas se ven afectados por múltiples efectos que generan tensión, disturbios, generalmente de origen externo que les afectan hasta el punto en que pueden poner en peligro el sistema. Cuando el punto de no capacidad de restauración llega, es necesaria una intervención decidida y activa para crear las condiciones mínimas de un nuevo desarrollo, y de ello se ocupa la idea de restauración.
Pensar en un modelo de restauración organizacional es reconocer que hay momentos en los ecosistemas organizacionales en los que se requiere una acción decidida por parte de las mismas organizaciones, los entornos institucionales y los grupos de interés para proporcionar elementos mínimos que les permitan recobrar las capacidades perdidas por las disrupciones del entorno. La propuesta será buscar generar un paisaje diverso, sostenible y rentable para resistir a los impactos futuros tanto en el modelo biológico como en el organizacional, en el cual con el tiempo en los procesos ecológicos y las funciones coincidirán con las del bosque original, en el empresarial, que permitan inclusive mejor desarrollo, esta es la verdadera utilidad del efecto restaurador (Vanegas, 2016). La Tabla 5 presenta el análisis comparativo de los criterios que deben tomarse en cuenta para la restauración organizacional.
Inclusive es posible retomar los elementos de la Figura 7, pasos para la restauración de un ecosistema, en los cuales se encontrará que los elementos de restauración pueden ser adaptados a las organizaciones, ya que inicia en un proceso de reconocimiento y determinación del disturbio y su impacto, selección de posibilidades (para alcanzar la diversidad) y proponer e iniciar acciones que serán monitorizadas para cumplir con el objetivo de establecer requisitos mínimos de recuperación.
Los disturbios en el sistema que producen efectos catastróficos y que requieren acciones decididas se encuentran presentes en los dos ecosistemas, en el ecosistema biológico (Figura 8, de la izquierda), cuando el efecto no ofrece posibilidad para la propia recuperación y es necesario establecer una acción para lograr la rehabilitación y posterior restauración del sistema, en un proceso de sucesión ecológica, en tanto en las organizaciones (Figura 8 de la derecha), el momento de la decisión que requiere cambiar la estrategia que se había propuesto por otra novedosa a partir de un evento truncador o deconstructor (que se considera el impulsor de la estrategia emergente a partir de la inoperancia de la estrategia deliberada) (Hernández y otros, 2022), posibilita nuevas estrategias emergentes. En ambos casos se requiere cambio de estructuras, procesos adaptativos, procesos coevolutivos y, finalmente, se encuentran procesos de innovación y aprendizaje.
Se destaca, entonces, cómo la restauración organizacional es un proceso que debe tenerse en cuenta cuando las estructuras organizacionales están en peligro y no alcanzan los procesos de regeneración de manera autónoma.
Conclusiones
Las organizaciones empresariales son estructuras sociales que pueden ser comparadas mediante la metáfora biológica (Montoya y otros, 2019), con seres vivos vulnerables al entorno. Se ha reconocido que las organizaciones tienen un gran potencial de competencia que les ha generado capacidades y adaptaciones para su desarrollo, pero entendiendo que, en la región, la estructura empresarial es principalmente de pequeñas y medianas organizaciones la competencia puede llevar a mecanismos de depredación que finalmente acaban con la estructura organizacional completa, llegando incluso a estados de no posible autorrecuperación. De otro lado, se encuentra que los ecosistemas empresariales concebidos como sistemas de colaboración organizacional han sido más exitosos en adaptarse y evolucionar conjuntamente, confirmando cómo la colaboración permite ventajas adaptativas mayores que otros mecanismos como el trabajo individual o la competencia (Downie, 2022). Sin embargo, como en los últimos años, las contingencias del entorno desbordan las capacidades, aun de los ecosistemas, y es en estos momentos cuando se requiere una acción decidida por parte de las organizaciones, los gobiernos y los grupos de interés para la recuperación de las condiciones mínimas de los entornos.
En el proceso de la metáfora para el desarrollo de una restauración organizacional se encuentra que tanto el sistema biológico como el organizacional buscan la supervivencia y el crecimiento en entornos dinámicos, los cuales requieren que se desarrollen y adapten conocimientos especializados. Sump (2019) propone la necesidad de
replicadores organizacionales, múltiples niveles de interacción entre replicadores y entre sus componentes; mecanismos de expresión mediante los cuales el potencial adaptativo inherente a los replicadores organizacionales se transfieren a comportamientos adaptativos reales; un reconocimiento y sistematización de lo que sabemos sobre la interacción entre la búsqueda rutinaria y cognitiva; una comprensión más profunda resultante de las lógicas y mecanismos detrás de la evolución de los replicadores organizacionales. (p. 19).
Es allí donde la construcción de capacidades propias y conjuntas puede aumentar el éxito de las posibilidades, disminuir el riesgo de fracaso y permitir aumentar los recursos y la atención a procesos emergentes (Sump, 2019).
La restauración organizacional buscará, entonces, crear el sustrato de desarrollo que permita solventar las dificultades producidas por los cambios del entorno para posibilitar el posterior desarrollo del ecosistema, favoreciendo la diversidad (Rodríguez y Quintero, 2022), que es elemento central de la innovación, coevolución y consolidación del ecosistema. La creación de unas condiciones de base, inicialmente con “materiales” más adaptables, permite una intervención activa, que será en un término de tiempo definido y que posibilita al ecosistema organizacional desarrollar nuevas capacidades y emergencias y solventar la dificultad inicial. Se señala cómo puede iniciarse el proceso de restauración con especies endémicas y adaptadas, incluso no las especies que se espera que pueblen el ecosistema, pero que si lo logran, generan recursos apreciables para futuros desarrollos, y ello implica que ninguna especie (organización) pueda ser descartada, porque su importancia no será su impacto, su tamaño o su potencial, sino la capacidad en conjunto de crear oportunidades para el desarrollo de otras organizaciones más requeridas para el sistema. Por ello, organizaciones productoras de bienes básicos, primarios, incluso pymes de productos sencillos y no tan diversificados son igualmente bienvenidas, porque posibilitan capacidades primarias para la restauración del ecosistema.
Hay que reconocer que tanto en los ecosistemas biológicos como organizacionales se encuentran momentos en que el sistema autónomamente no es capaz de responder por el nivel de daño, lo que invita a permitir intervenciones adecuadas y decididas, en todo el sistema, protegiendo finalmente tanto el tejido biológico como el organizacional, necesarios ambos para permanecer.
Una ventaja del reconocimiento de las organizaciones como ecosistemas vulnerables tiene un impacto adicional, propio del desarrollo metafórico, y es el de proporcionar conocimientos sobre la importancia que ambos sistemas, tanto el ecológico como el económico, sean sostenibles y con capacidad de regeneración, y ello implica para las mismas organizaciones una aproximación más esmerada frente al uso de los recursos y al impacto de sus propias actividades en otros sistemas. Este pensamiento de sistemas interconectados gestiona estrategias evolutivas estables, más sostenibles, más adaptadas y responsables con los otros elementos de la interconexión, genera líderes empresariales conscientes de su impacto del entorno y de las capacidades futuras.
Finalmente, el empleo de metáforas invita a las organizaciones a reflexionar acerca de cómo los modelos biológicos que pueden ser aplicados en el contexto empresarial iluminan nuevas comprensiones sobre mecanismos de adaptación y ajuste a sus propios entornos.
Resumen
Main Text
Introducción
Relación organización-entorno
La metáfora biológica
Adaptación organizacional
Restauración ecológica como proceso de adaptación
Restauración del ecosistema organizacional
Conclusiones