La discusión en los artículos científicos es esencial para contextualizar los hallazgos y promover el avance del conocimiento, especialmente en ciencias de la salud. A pesar de su importancia, con frecuencia la discusión carece de un enfoque integral que enlace los resultados con el cuerpo de conocimiento existente y que considere su impacto en éste y en la sociedad. Por ello, se plantea la necesidad de adoptar un modelo sistémico para la discusión científica y se argumenta la pertinencia de estructurar esta sección bajo dicho enfoque para mejorar su calidad y relevancia. Este modelo se basa en principios como la integración interdisciplinaria, la coherencia con el conocimiento científico existente y la consideración del impacto de los hallazgos en la sociedad. De este modo, se busca fortalecer la discusión de un artículo, preparándola para aportar de manera más significativa al conocimiento y a su aplicación práctica.
El término “discusión” proviene del latín discussio, que significa analizar o examinar en profundidad. En sus orígenes, discutere (de dis- “separar” y quatere “sacudir”) hacía referencia al acto de someter un concepto a prueba mediante un análisis riguroso.
Durante la Edad Media y el Renacimiento, la discusión era parte esencial del método escolástico, en el que los intelectuales debatían argumentos bajo el principio de contradicción dialéctica. Sin embargo, fue con el desarrollo del método científico en los siglos XVII y XVIII cuando este término adquirió su significado moderno: un proceso estructurado de evaluación de resultados dentro de un marco teórico y empírico.
En la ciencia contemporánea, la discusión en los artículos científicos es el espacio en el que los datos adquieren sentido, se contrastan con hallazgos previos y se proyectan hacia futuras investigaciones o aplicaciones. No se trata sólo del análisis de los resultados, sino de su integración en el sistema del conocimiento.
En la ciencia moderna, los hallazgos no pueden considerarse entidades aisladas, pues forman parte de un ecosistema interconectado, en el que cada disciplina, metodología y tecnología se influencian mutuamente. Un claro ejemplo de este fenómeno es la evolución de CRISPR-Cas9, que pasó de ser un descubrimiento en microbiología a una herramienta central en biomedicina y bioética. Así mismo, en salud pública, estrategias como los impuestos a bebidas azucaradas combinan epidemiología, economía y políticas gubernamentales.
La discusión científica, como un reflejo de esta realidad, debe evolucionar hacia un enfoque sistémico que considere múltiples niveles de interacción: desde la interpretación metodológica, teórica, aplicada e interdisciplinaria, hasta su impacto en la sociedad y el conocimiento global. En consecuencia, debe entenderse como un nodo dentro de esta red de conocimiento, permitiendo que los resultados sean analizados, interpretados y proyectados hacia nuevas aplicaciones y desarrollos.
En este sentido, la Revista Biociencias adopta y promueve un modelo tridimensional para la discusión científica, alineado con el ethos científico de Merton, el ethos académico actual y la teoría de sistemas de Bertalanffy.
El sociólogo Robert K. Merton identificó cuatro principios fundamentales de la ciencia: universalismo, comunalismo, desinterés y escepticismo organizado. Estos valores son esenciales para una discusión científica rigurosa.
Universalismo. Debido a que en la investigación científica la validez de los resultados se evalúa por su solidez metodológica y no por el prestigio de los autores, o instituciones, la discusión debe contextualizar los hallazgos en el marco del conocimiento previo, sin sesgos de autoridad.
Comunalismo. La ciencia es un bien colectivo, como consecuencia, la discusión debe basarse en la comparación con estudios previos, reconociendo los méritos a los autores.
Desinterés. La investigación debe priorizar la objetividad sobre intereses personales, económicos o ideológicos. Por esta razón, la pertinencia de la discusión debe incluir el reconocimiento de limitaciones y evitar exageraciones.
Escepticismo organizado. Toda afirmación científica debe someterse a escrutinio. La discusión debe explorar explicaciones alternativas y posibles sesgos.
El ethos académico actual ha evolucionado para responder a los desafíos de la ciencia moderna. La discusión debe reflejar las siguientes demandas:
Transparencia y reproducibilidad. La discusión debe exponer claramente la metodología y las limitaciones, permitiendo la replicabilidad de los hallazgos.
Interdisciplinariedad. La ciencia moderna es interconectada. La discusión debe explorar la forma como los hallazgos pueden influir en otras disciplinas.
Impacto y aplicabilidad. La investigación debe tener un impacto real. La discusión debe abordar aplicaciones en ciencia, tecnología, industria o políticas públicas.
Accesibilidad y divulgación. La ciencia debe ser comprensible más allá de la comunidad académica. La discusión debe evitar tecnicismos innecesarios y conectar los hallazgos con problemas reales.
La ciencia no se desarrolla en un vacío, forma parte de un sistema interconectado de conocimientos, instituciones y aplicaciones. La teoría de sistemas, propuesta por Ludwig von Bertalanffy, sostiene que cada elemento de un sistema afecta y es afectado por otros, y que el todo es más que la suma de sus partes. Aplicada a la discusión científica, esta perspectiva permite entender los hallazgos como nodos en una red más amplia
La ciencia como un sistema de conocimiento. Cada nuevo estudio se integra en un ecosistema de información. La discusión debe articular la forma como los hallazgos modifican o complementan el conocimiento existente.
Retroalimentación y evolución del conocimiento. En un sistema dinámico, cada investigación influye en futuros estudios y, a su vez, es influenciada por investigaciones previas. La discusión debe considerar la forma como sus hallazgos pueden generar nuevas preguntas.
Complejidad e interdependencia. Ningún hallazgo opera en aislamiento. La discusión debe reconocer las múltiples variables que influyen en los resultados.
Adaptabilidad y aplicación del conocimiento. En un sistema abierto, el conocimiento debe adaptarse a nuevas condiciones. La discusión debe proyectar la forma como los resultados se pueden ajustar o reinterpretar en diferentes contextos.
Desde esta perspectiva, la discusión no sólo analiza resultados individuales, sino que los ubica dentro de un sistema dinámico de generación de conocimiento, permitiendo su evolución, interconexión y aplicabilidad.
Para mejorar la calidad de la discusión en artículos científicos, se propone un modelo sistémico que considera los siguientes tres niveles de análisis:
Interpretación de datos y comparación con bibliografía previa.
Evaluación de limitaciones metodológicas y de diseño.
Integración de los hallazgos en teorías científicas existentes.
Exploración de relaciones interdisciplinarias.
La discusión científica no debe verse como un simple análisis de resultados, sino como un punto de conexión en la red del conocimiento. Desde la perspectiva de la teoría de sistemas, cada hallazgo es un nodo dentro de una estructura mayor y su valor depende de cómo se interconecte con el resto del sistema.
Aplicar este enfoque permite construir discusiones más sólidas, interdisciplinarias y con mayor impacto científico y social, además de asegurar que el conocimiento se integre y aplique de manera efectiva.
La Revista Biociencias invita a los autores a adoptar este modelo tridimensional para fortalecer la calidad y el impacto de la discusión científica. No se trata de hacer la discusión más compleja, sino más significativa.
¡Esperamos recibir artículos con discusiones más dinámicas, interconectadas y con un impacto real en la ciencia y la sociedad!