PEDAGOGÍA Y NARRATIVA HISTÓRICA EN
EL TEATRO DE IDENTIDAD CAMPESINA DEL CORREGIMIENTO DE ALBANIA, LA VEGA (CAUCA)
Oscar Viveros Egas[1]
Resumen
El
presente artículo aborda la práctica teatral del grupo Identidad Campesina del municipio
de La Vega (Cauca) como experiencia estética pedagógica y como expresión de una
narrativa histórica del campesinado y las comunidades rurales de Colombia; en
especial las que se encuentran en el Macizo colombiano. A partir del diálogo
entre la Investigación Acción Participativa (IAP) y la Educación Popular (EP),
se elaboró este documento en donde se visibiliza y se da reconocimiento al
pensamiento de campesinas y campesinos; por ello se presentan textualmente sus
aportes y su visión. Con el propósito de aportar mayores elementos de contexto,
el artículo inicia con una breve reseña sobre la situación del campesinado
colombiano y ubica la mirada en el Macizo colombiano y el municipio de La Vega.
Posteriormente presenta al Proceso Campesino y Popular de La Vega (PCPV) para,
después, dar a conocer la propuesta del grupo de teatro Identidad Campesina
como práctica pedagógica. Finalmente, a partir de aportes de algunas de sus
obras, se analiza el contenido histórico de las mismas y se concluye reflexionando
sobre cómo la experiencia estética teatral, desde la sensibilidad que despierta
Identidad Campesina, se convierte en un acto pedagógico permanente.
Palabras clave: teatro, pedagogía, campesinado, narrativa, identidad |
Pédagogie Et
Narrattif Historique Dans Le Théâtre D’identité
Paysanne Du District Rural D’albania, La Vega (Cauca)
Résumé
Cet article aborde la pratique théâtrale du groupe “Identidad
Campesina” de la municipalité de La Vega (Cauca)
comme expérience esthétique-pédagogique, ainsi que comme l’expression d’un
narratif historique de la paysannerie et les communautés rurales de la Colombie; en particulier de celles qui se trouvent dans le
Massif colombien. À partir du dialogue entre la Recherche Action Participative
(RAP) et l’Éducation Populaire (EP), on a élaboré ce document qui rend visible
et reconnaît la pensée des paysans, tout en présentant textuellement leurs
contributions et leur vision. Dans le but de fournir de plus amples éléments
contextuels, l’article commence en offrant une brève révision de la situation
de la paysannerie colombienne, centrée sur le Massif colombien et la
municipalité de La Vega. Par la suite, on présente le Processus Paysan et Populaire
de La Vega (PCPV) afin de faire connaître la proposition du groupe de théâtre “Identidad Campesina” en tant que
pratique pédagogique. Finalement, on analyse le narratif historique des pièces
théâtrales pour conclure par une réflexion sur la façon dont l’expérience
esthétique théâtrale éveille l’identité paysanne et devient un acte pédagogique
permanent.
Mots clés: théâtre, pédagogie, paysannerie, narration, identité. |
Historical
Narrative And Pedagogy In The Theatrical Creation By
Identidad Campesina In Albania, La Vega (Cauca)
Abstract
This
paper addresses the theatrical practice of the Identidad Campesina
group from the municipality of La Vega (Cauca) as an aesthetic pedagogical
experience and as an expression of a historical narrative of the peasantry and
rural communities of Colombia, especially those found in the Colombian Massif. By
the participatory action research (PAR) methodology and popular education, this
paper attempts to make visible and grant recognition to the thinking of
peasants. Therefore, their contributions and vision are presented verbatim.
This work begins with a brief contextualization of the situation of the
Colombian peasantry and sets us in the Colombian Massif and La Vega municipality.
After, it introduces us to the Peasant and Popular Process of La Vega (PCPV)
and presents the proposal of the theater group Identidad Campesina
as a pedagogical practice. To finish, from the contribution of some of the
plays, an analysis of the historical narrative is carried out. As a result of
the reflection and as part of the conclusions reached is that the theatrical
aesthetic experience becomes a permanent pedagogical act from the sensitivity
awakened by the Identidad Campesina group.
Keywords: theater,
pedagogy, peasantry, narrative, identity |
El teatro, entendido como un escenario
capaz de situar las diferentes realidades, permite problematizar y comprender
concepciones históricas, políticas, sociales, psicológicas, etc. Con ello, se
constituye como una práctica sociocultural disruptiva capaz de develar aspectos
críticos y problemáticos de la dinámica social (Miranda-Calderón,
2020). En este sentido, la experiencia estética que
se produce a partir de la acción teatral se considera eminentemente pedagógica en
una doble dirección: por un lado, para quienes participan como espectadores –
ya sean activos o pasivos –; y por otro, para aquellos que actúan y preparan la
obra, en quienes la experiencia pedagógica es aún mayor ya que se empieza a
desarrollar desde el momento mismo en que la obra inicia a construirse.
Por otro lado, la evolución del
teatro permitió la experimentación de nuevos códigos teatrales de carácter
popular que rompen con lo tradicional y sus jerarquizaciones. A medida que el
teatro se fue revelando como un medio para abordar los acontecimientos desde
diferentes puntos de vista, la clase social más deprimida encontraba su modo de
expresión. Además, el personaje del pueblo y su voz histórica, tradicionalmente
excluida de la gran historia, fueron encontrando una inmejorable forma de
expresión y esto hizo del teatro un foro social privilegiado capaz de presentar
y rehacer la historia oficial creada desde el poder (Cornago,
2000).
A partir de estas consideraciones,
el objetivo del presente artículo es abordar las particularidades del grupo de
teatro ‘Identidad Campesina’, del corregimiento de Albania, en el Municipio de
La Vega (Cauca).Dicho grupo, desarrolla un ejercicio pedagógico crítico como
parte de un entramado de prácticas de educación popular que desarrolla el
Proceso Campesino y Popular de La Vega (PCPV), organización que se ha
constituido como un baluarte de las luchas sociales y populares en el
suroccidente colombiano. Ante las políticas que promueven el desarraigo del
territorio, ante la avanzada ideológica que busca acabar con la cultura
campesina y convertirla en mano de obra de la agroindustria, el teatro se
convierte en una poderosa arma para la defensa de la cultura y de la identidad
campesina.
Si se considera que el tipo de
teatro al que se refiere este artículo trata de visibilizar a quienes han sido
tradicionalmente excluidos, resultaría contradictorio escribir negándole la voz
a sus verdaderos protagonistas o tratando de interpretar sus palabras con unas
que no han dicho. En ese sentido, son las y los integrantes del grupo de teatro
‘Identidad Campesina’ y otros miembros del PCPV quienes colectivamente
reconstruyen y reflexionan acerca de su experiencia, de el conocimiento
adquirido y de sus alcances e incidencias; razón por la cual sus palabras se
consignan en este documento tal cual fueron expresadas. De igual forma, se
utilizan entrevistas y documentos que hacen referencia a la situación del
campesinado, a la del Macizo colombiano y a la del PCPV.
Bajo la concepción de que la
producción de conocimiento no es neutral sino que responde a los intereses de
los sujetos que lo producen desde su base social, este se construye a partir de
una relación horizontal y dialógica entre saberes teóricos y saberes prácticos
que hacen del investigador un educador. Así, el fin de la investigación no
implica únicamente el enriquecimiento del cuerpo teórico del saber pedagógico
sino la construcción de una práctica educativa emancipadora, una
investigación-acción que es participativa y que pretende transformar la
realidad.
Con lo anterior, la elaboración
del artículo parte de la confluencia entre la Investigación Acción
Participativa (IAP) y la Educación Popular (EP) para producir conocimiento de
forma colectiva a partir del diálogo entre iguales. Aquí, el investigador
participa de los espacios propios de ‘Identidad Campesina’ y los integrantes
del grupo de teatro son también investigadores, participando en el proceso de
construcción del artículo, en la definición de la estructura del documento y haciendo
observaciones, aportes y sugerencias. Este trabajo se constituye como una
apuesta por realizar “una cercanía cultural con
lo propio que permite superar el léxico académico limitante […] y colocar ese
conocimiento sentipensante al servicio de los intereses de las clases y grupos
mayoritarios explotados, especialmente los del campo que están más atrasados” (Fals
Borda y Rodríguez Brandao, 1987, p. 5).
Por ello, con la intención de
brindar mayores elementos de contexto, el artículo inicia con un breve
acercamiento a la situación actual del campesinado en Colombia en el marco de
la contradicción permanente de su existencia con el desarrollo del sistema capitalista.
En un segundo momento se abordan algunas características del territorio
denominado Macizo colombiano y especialmente del municipio de La Vega, hogar
del grupo de teatro ‘Identidad Campesina’. Posteriormente se presenta al PCPV,
organización de base con un fuerte arraigo territorial y cuya relación con el
grupo de teatro es esencial. Las últimas tres secciones abordan la presentación
del grupo de teatro, su propuesta pedagógica y el contenido histórico de la
narrativa de sus obras analizando apartes de algunas de ellas.
Breve reseña sobre situación del
campesinado
Figura 1
Movilización en redes sociales
Nota. Tomada
de dejusticia.org
A pesar de la gran dificultad para
encontrar a alguien que niegue la existencia del campesinado en Colombia, y, aunque
la Constitución política de 1991 habla del reconocimiento y la
protección de la diversidad cultural, el campesinado solo es tenido en cuenta
como trabajador del campo, desconociendo su identidad cultural. Así,
La
constitución de 1991 introdujo un esquema diferencial de derechos, al tiempo
que creó nuevas subjetividades étnico-culturales. El modelo de Estado
multicultural pensado para Colombia, incentivó las subjetividades definidas
étnicamente (indígena y afrodescendiente), mientras que, en el ámbito rural,
invisibilizó aquellos sectores sociales definidos bajo la clasificación
colonial de ‘mestizo’ o de ‘clase social’ (campesinos). (Convenio Universidad
Javeriana Cali-Incoder, 2013, p. 63)
Junto a lo anterior, más allá de
lo anecdótico que pueda parecer, en el marco del Paro Nacional Agrario de 2013,
un alto funcionario del gobierno de la época preguntaba sin sonrojarse: “¿Qué
es eso de ser campesino?”. Esta pregunta generó una reacción en el campesinado
y, en palabras de Oscar Gerardo Salazar[2],
produce un “sentimiento de frustración […] Es reiterada la expresión del estado
colombiano, de los diferentes gobiernos con quienes hemos negociado, de manera
tácita o explícita estas expresiones de exclusión, estas expresiones de
desdeño, de ninguneo respecto al campesinado” (comunicación
personal, 13 de noviembre de 2021).
Con la
participación del campesinado, se construyeron los elementos que sirvieron como
punto de partida para la posterior elaboración del documento de Conceptualización
del campesinado colombiano, en el que se establecieron algunas dimensiones
de la categoría campesino que aún se encuentran en discusión; allí se le define
como un “sujeto intercultural, que se identifica como tal, involucrado
vitalmente en el trabajo directo con la tierra y la naturaleza, inmerso en
formas de organización social basadas en el trabajo familiar y comunitario no
remunerado o en la venta de su fuerza de trabajo” (Comisión
de expertos, 2018, p. 7).
Aunque la
reciente encuesta y su intención de empezar a contar y generar estadísticas
sobre el campesinado colombiano es importante, se debe resaltar que aún falta
mucho por hacer para que se reconozca al campesinado como sujeto cultural de
derechos. Como lo manifiesta Geidy Ortega, alcaldesa del municipio de Inzá, Cauca, y
líder campesina: “algunos pueden decir que es un paso de bebé pero es
fundamental porque nunca tuvimos la posibilidad de autorreconocernos como
campesinos, siempre teníamos que marcar la casilla ‘otros’” (DeJusticia,
2020).
Aunque se han dado pasos
importantes hay un camino largo por recorrer en donde las disputas son
permanentes. Ejemplo de esto es la decisión del gobierno colombiano en
diciembre de 2018 de abstenerse de votar a la Declaración de las Naciones
Unidas sobre los derechos humanos de los campesinos y de otras personas que
trabajan en zonas rurales, adoptada por la Asamblea General de la ONU
(2018). También, está la gran Minga por la defensa de la vida realizada en 2019
que logró, entre otras, la inclusión de un artículo para la creación de la política
pública del campesinado (Forero,
2020). Además
de lo anterior, se resalta también la decisión del Congreso de la República de archivar
la iniciativa que da reconocimiento al campesinado como sujeto de derechos (Castilla
et al., 2021),
posterior a una serie de denuncias hechas por congresistas sobre el boicot realizado
para que el proyecto no fuera aprobado (El
Espectador, 2020).
Por otro
lado, teniendo en cuenta que la marginalidad y la noción de progreso han
promovido el desarraigo del campesino, Oscar Salazar, a partir de su
experiencia con las comunidades, afirma que existe hoy un rechazo por parte de
muchas y muchos campesinos por reconocerse como tal. En el imaginario
colectivo, se ha inculcado la idea de que ser campesino es sinónimo de atraso,
de vida difícil e indigna, lo cual ha llevado a que algunos consideren mejor
identificarse como papicultores, caficultores, paneleros, cocaleros, etc.,
antes que como campesinos.
Así, la lucha por el
reconocimiento del campesinado campesino como sujeto de derechos no sólo
enfrenta una dura batalla política y jurídica, sino también ideológica para
resignificar al campesinado como un símbolo de vida, de dignidad y orgullo; una
persona que aporta integralmente a la sociedad. Leider
Burbano, líder campesino de La Vega, nos recuerda en el documental Pueblo
Macizo que ser campesino es:
Vivir con respeto a todos los recursos que, para
producir alimento, uno debe convivir. El campesino no es el que explota, el
campesino es el que utiliza unos recursos naturales pensando siempre en
mejorarlos y no en agotarlos. El buen campesino es el que respeta la vida en
todos sus sentidos, y hace de esa vida cada vez más digna no solo para los
miembros de una familia, sino de una comunidad. (
Mejía, 2015)
En términos de la economía política y entendiendo
que el campesino es un productor que tiene control directo sobre ciertos
procesos productivos y que, por lo tanto, lo hace estar por fuera de la lógica
de acumulación privada, es decir por fuera de la lógica del capital; el
campesino es una categoría que, para esa lógica, representa un factor de
subdesarrollo. Así, se entiende que las
políticas construidas bajo la idea de profundizar el modo de desarrollo
capitalista operen en contra de la identidad cultural campesina. Entonces, la
lucha por el reconocimiento del campesinado es también una lucha por una
alternativa diferente al capital (Marx,
1999; Vega,
2010; Donéstevez
y Muñoz, 2014).
El Macizo colombiano y el
municipio de La Vega: un contexto ilustrativo
Para comprender mejor el
surgimiento y la importancia del ejercicio pedagógico y la construcción de la
narrativa del grupo de teatro ‘Identidad Campesina’, es fundamental conocer
algunos de los aspectos principales que caracterizan la vida en el municipio de
La Vega y en el Macizo colombiano en su conjunto; la forma en que la misma población
asume su territorio y su territorialidad, y las problemáticas que enfrentan en
la actualidad.
El Macizo colombiano es un
complejo montañoso donde nacen las cordilleras Oriental y Central, fue
declarado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (UNESCO) como reserva de la biósfera en 1980 y cubre los
departamentos de Huila, Valle del Cauca, Cauca y Tolima. Esta región,
constituye una zona estratégica para Colombia y el mundo entero (Instituto
de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia [IDEAM],
s. f.). Entre
estas montañas existen 15 páramos, 65 lagunas y nacen las cinco arterias
fluviales más importantes del país: los ríos Magdalena, Cauca, Putumayo,
Caquetá y Patía; es la estrella fluvial colombiana y proporciona el 70% del agua que se consume
en el país (Consejo
Nacional de Política Económica y Social [CONPES], 2018). Por
esta razón, el PCPV recuerda con su consigna principal que ‘Si el Macizo vive,
vivimos todos (ver figura 2)’.
Figura 2
Si el Macizo vive, vivimos todos
Nota. Tomada
de Facebook Proceso Campesino de La Vega. 2021
En el corazón del Macizo, se
encuentra el municipio de La Vega, tierra de abundante agua y riqueza mineral
que, por la codicia generada bajo la lógica de acumulación de capital, adquiere
gran importancia para el extractivismo y la industria minero-energética y para
la minería legal e ilegal. También, por su ubicación geográfica, por ser un
corredor estratégico y el acceso más cercano entre el Océano Pacífico y la
Amazonía, este territorio adquiere gran relevancia geopolítica. Para el 2017, el
municipio de La Vega tenía 13 títulos mineros otorgados y alrededor de 68
concesiones en trámite, lo que representaría un 80% del territorio destinado a
la minería. Aunque se declaró la inconstitucionalidad sobre algunas
resoluciones de áreas denominadas Áreas de Reserva Estratégicas Mineras (AEM),
la situación no deja de ser alarmante dada la importancia de este territorio (CENSAT,
2017).
Ante la amenaza de la minería,
donde la forma legal es aún más preocupante que la ilegal, las comunidades del
Macizo, de La Vega y sus organizaciones han tomado diferentes medidas y realizado
acciones de diversa índole. Sacaron de sus territorios la maquinaria y la gente
que representa a las mineras. Bloquearon vías y se movilizaron exigiendo su
retiro. Hicieron encuentros en defensa del territorio y la territorialidad que cada
vez adquieren mayor fuerza, como las Convenciones Populares por el Agua o los
Encuentros Internacionales de Pueblos y Semillas.
Estas dinámicas, entre otras, han potenciado el
trabajo comunitario y la acción colectiva. Entre las múltiples y diversas
iniciativas, llama la atención la decisión de las y los campesinos del
corregimiento de Santa Rita, quienes bajo la figura de ‘apropiación colectiva
integral’ compraron 40 hectáreas de la montaña La Carolina, una microcuenca del
río Patía y fuente del agua que se consume en el pueblo. Sobre esta montaña se
otorgó un título minero para que una multinacional pudiera explotarla sacando
agua y buscando oro. Sin embargo, gracias a la compra realizada por las
comunidades se logró cuidar no solo los intereses de la comunidad del
corregimiento sino los de todos y todas, ya que este nacimiento de agua
alimenta al río Patía, distinguido por ser el más extenso de la región pacífica
(Piedrahíta,
2020).
En el documental Pueblo Macizo
,Manuel Rodríguez, exministro de ambiente en Colombia durante el periodo
1990-1994, dice que “el ordenamiento territorial del país se está haciendo
desde el Ministerio de Minas sin contemplación alguna con las comunidades
rurales, sin contemplación alguna con el medio ambiente” (Mejía,
2015), lo que
ha provocado que gigantes empresas de la industria minera hayan puesto sus ojos
y sus intereses sobre los territorios colombianos. Por lo anterior, “el conflicto
entre una economía parcelaria y un gigantesco proyecto de explotación minera tiene
convulsionado el Macizo Colombiano, una región agreste y nada dócil” (Molano,
2011)
Conscientes de la importancia para la vida presente
y futura del país, en representación de las comunidades del Macizo, Leider
considera que “tener la razón no es suficiente, o sea, tiene que
ir uno a defenderla. Entonces hablamos mucho que en el Macizo colombiano
defender el agua y defender la vida, si se defiende el agua se defiende la
vida” (Mejía,
2015). La
importancia del Macizo y del municipio de La Vega está arraigada en sus
habitantes, tal como lo demuestran las palabras de Juliana Cerón, integrante
del grupo de teatro ‘Identidad Campesina’ y del PCPV:
Por la ubicación geográfica, saber que tenemos a
nuestros pies los ríos más importantes de Colombia y eso exige que debemos
protegerlos porque son importantes no solo para los del territorio, sino que
dependen muchas cosas del país. Es nuestro deber protegerla, defendiendo el
territorio, no permitir la minería. Ser vegueña[3]
es una exigencia que te sale del alma. (Comunicación
personal, 13 de noviembre de 2021)
Proceso Campesino y Popular de La
Vega: defender el territorio y la vida
Leider Burbano define al PCPV como:
Un
espacio vivo, dinámico, de análisis, de comprensión, de lectura social, de
aprender haciendo, de mucho escuchar y de mucha reflexión en la búsqueda de
soluciones que nos encaminen hacia una justicia social, hacia una vida con
dignidad en nuestros territorios. (Ríos,
2017, p. 2)
Como una coordinación de
voluntades, como un esfuerzo colectivo por defender el territorio y la
territorialidad, lo que hoy se conoce como PCPV surge a partir del trabajo
comunal que desde 1987 inicia su desarrollo en el municipio; es en el
corregimiento de San Miguel donde, a partir de la articulación de la recién
creada Asociación de Juntas de Acción Comunal (ASOCOMUNAL), se empieza a
configurar el proceso organizativo comunitario. Esta nueva dinámica debe
afrontar en sus inicios las consecuencias del paramilitarismo en los hechos
conocidos como ’la Masacre de los Uvos’, donde militares pertenecientes al
Batallón de Infantería número siete ‘José Hilario López’ del Ejército Nacional,
asesinaron a 17 personas de la comunidad con el objetivo de “amedrentar a los
campesinos e impedir la movilización que se estaba organizando y que de todos
modos tuvo lugar [meses después]” (Molano,
2011).
Figura 3
PCPV
Nota. Construcción
colectiva del PCPV, 2010.
El PCPV, en la lucha por la
defensa de su territorio y del campesinado, ha trabajado por la construcción de
políticas populares que son construidas a partir de la participación directa de
las comunidades. Esta metodología de acción y participación colectiva ha sido
utilizada desde los inicios del proceso para la construcción de sus planes y
líneas estratégicas. Es así como, después de un largo proceso de discusión,
logran consignar las ideas rectoras del PCPV en un documento al que llamaron Plan
Ambiental Agropecuario y de Salud, AURORA. Este plan, que funciona como una
hoja de ruta para el proceso, define ocho ideas rectoras: resistencia y lucha
popular; lucha por la tierra y la construcción de territorio; soberanía
alimentaria; producir para vivir; sí a la biodiversidad, no al monocultivo; sí
a la producción orgánica, ecológica y biodiversa con autonomía, no a la
política y las técnicas de la revolución verde y de la biotecnología; conformación
de formas económicas colectivas; y, diseño de políticas y técnicas (PCPV,
, s. f.).
El PCPV ha desarrollado un importante papel en los
escenarios de movilización departamental y nacional, en donde ha dado valiosos
aportes en la discusión y negociación con las diferentes instancias de gobierno.
Recientemente, en el marco de la Minga Social del Suroccidente, en 2019 se desarrolló
un ejercicio político de presión al mantener el cierre por 27 días de la vía
panamericana en el departamento del Cauca. Las comunidades campesinas
movilizadas lograron la inclusión del artículo 253 en la Ley del Plan Nacional
de Desarrollo (PND) para la construcción de la política pública para el
campesinado. Sin embargo, la metodología no fue pactada desde un comienzo y
mientras las comunidades exigieron su participación en la construcción de esta
política pública, la intensión del gobierno
fue la de no contar, para este proceso, con el campesinado. La metodología
propuesta por el gobierno implicaba la no participación de las y los campesinos
en la construcción de dicha política, lo que se ha constituido en un punto de
inflexión.
Para el PCPV, la exclusión del
campesinado fue una treta para el incumplimiento del acuerdo, una postura
histórica de los representantes del gobierno colombiano que se fundamenta en un
problema de mayor profundidad. Al respecto, Oscar Salazar, en una entrevista
realizada por Lizeth Montero (2020),
manifiesta que:
El
problema aquí no es exclusivo con relación al diseño de los mecanismos de
participación, sino que involucra un componente político, no tanto jurídico,
sino político, en el caso específico de las comunidades campesinas, porque la
política de exclusión que ha tenido el Estado colombiano respecto al
campesinado ha sido el desarrollo de una política de despojo que necesita el
capitalismo y que se traduce, entre otras, en toda esa exclusión del grupo
cultural campesino. Sobre esa idea actúa el Estado, aun en los espacios de
participación, con esa idea van sus funcionarios, de cooptarnos en su modo
estatal de concebir la producción y de ponernos en función de ella, eso sí de
manera concertada. p.
37)
La experiencia vital del PCPV
hace que reconozca la necesidad de abordar sus objetivos de lucha desde
diferentes escenarios como un principio de integralidad. Así, junto a los
escenarios de movilización entendidos como ‘acciones de hecho’, se avanza
también en la acción jurídica y política y en el copamiento de escenarios de
decisión y de construcción de políticas estatales. Lo anterior, sin perder de
vista que es el fortalecimiento organizativo el que permite continuar
desarrollando los ejes y las ideas rectoras del proceso. Este fortalecimiento
se realiza de forma permanente a través de cada espacio de discusión y de las
diversas dinámicas que permiten el diálogo entre el PCPV, los miembros de la
comunidad y otras organizaciones que comparten los mismos objetivos. En dichas
dinámicas el ejercicio del grupo de teatro Identidad Campesina adquiere una
relevancia fundamental (ver figura 4).
Figura 4
PCPV
Nota. Tomada
de Facebook Proceso Campesino de La Vega, 2016.
‘Identidad Campesina’ -
hilvanando memoria y cultura
El corregimiento de Albania, en
el municipio de La Vega, es reconocido por ser una región potencia del teatro,
un arte que ha sido practicado por generaciones y que ha tenido diferentes
expresiones y propuestas. Oscar Eduardo Pino, uno de los integrantes del grupo
Identidad Campesina (ver figura 5), afirma que “en el tema
teatral, en Albania era muy común desde la escuela estar vinculado a temas de
teatro, motivados en ese entonces por el director de la escuela de esa época,
el profesor Gilberto Cerón, quien es de Albania y aún vive ahí” (comunicación
personal, 13 de noviembre de 2021).
Figura 5
Identidad campesina
Nota. Logo
Identidad Campesina, diseñado por CFC Estudio Gráfico, 2021
En 1993, la iniciativa del joven estudiante Máncer
Muñoz lo llevó a construir y organizar la propuesta de un grupo de teatro
dedicado a la comedia. Con el pasar de los años sus obras se fueron conectando
con la realidad social conocida y vivida por los actores y por el público.
Además, siempre portaban un mensaje político que iba encaminado a la protección
de las costumbres culturales y de la defensa y el amor por el territorio.
Máncer Muñoz, director y fundador del grupo de teatro ‘Identidad Campesina’, es
un hombre de una sensibilidad e inteligencia privilegiadas, que “sabe mucho de
muchas cosas, trova muy bien y tiene esa capacidad de sacar chiste de todo” (J.
Cerón, comunicación personal, 2021), un
referente de la cultura campesina, del teatro y de la experiencia política y
pedagógica del PCPV.
El nacimiento de ‘Identidad
Campesina’ está precedido del esfuerzo, el ímpetu, la persistencia y el amor al
teatro en la vida de Máncer, quien recuerda el camino recorrido:
Con público
grande yo empecé desde el 90, en ese tiempo el grupo se llamaba ‘La Chispa’,
era un grupo de teatro de humor, solo importaba el humor. Luego quisimos hacer
un teatro con un mensaje, más político, y nos metimos a la cotidianidad a
estudiar ciertas cosas, no estudiar en la academia, pero sí mirábamos que nos
faltaban cosas por aprender en este camino del arte, y siempre hay algo nuevo
por aprender. De ahí salió un nuevo grupo que se llamaba ‘Luz y Sombra’, era
muy bonito porque les gustaba mucho a las y los compañeros, se creó con un
grupo de niños. Pero yo ya me graduaba, salía de once[4]
y desafortunadamente me llevaron a prestar servicio; ahí quedó ese grupo. Pero
bueno, yo ya estando allá prestando servicio pensé que había que seguir y ahí
también monté un grupo de teatro y la pasábamos rico, no la pasábamos duro sino
que nos llevaban a presentarnos en diferentes partes, entonces el arte se
convirtió en una forma de llevarla bien, de saber estimular la vida. De ahí
volví al territorio y conformamos el grupo ‘Identidad Campesina’. (Comunicación
personal, 13 de noviembre de 2021)
El PCPV ha desempeñado un papel
fundamental en la transición del teatro que pretendía únicamente la risa del
público al teatro con un trasfondo político, que realiza una crítica y
desarrolla un mensaje de esperanza. Los miembros del grupo Identidad Campesina
pertenecen al ’proceso’, participan de los diferentes espacios de discusión y
decisión colectiva, de los escenarios de movilización, aportan en la
construcción de los lineamientos de sus políticas populares y socializan, mejor
que cualquier discurso, la política y los objetivos del PCPV.
Actualmente, el grupo de teatro
está conformado por Máncer, Oscar Eduardo Pino, Juliana Cerón, Diego Muñoz, Víctor
Manuel Parra, Cristian Benavides, Mauricio Molano, Cesar Burbano, Yady
Salamanca, Fabian Burbano, Claudia Muñoz, Valeria Molano y Andrés Felipe Pino
(ver figura 6). Uno de los retos a los que se enfrenta Identidad
Campesina es a la necesidad de mantener un relevo generacional, ya que sus
miembros más jóvenes son estudiantes universitarios que deben salir del
territorio. Sin embargo, quienes salen a estudiar lo hacen con la convicción de
regresar periódicamente para continuar fortaleciendo el grupo de teatro y, una
vez finalizados sus estudios, volver para seguir aportando a la lucha por el
campesinado y la defensa de su territorio junto a aquellos que se han quedado.
Ante este reto, Máncer manifiesta esa mezcla de preocupación y esperanza:
“quedamos ya solitos, no sé cómo lo vamos a seguir, pero lo que sí estoy seguro
es que toca hacerle, toca hacerle.” (comunicación
personal, 13 de noviembre de 2021). Toca
hacerle convencidos de que el teatro seguirá siendo un baluarte y referente de
La Vega y el Suroccidente Colombiano, un proceso que hilvana sueños, memoria y
cultura.
Figura 6
Grupo de teatro Identidad
campesina
Nota. Tomada
de Facebook de Identidad Campesina
El teatro que realiza ‘Identidad Campesina’ puede
entenderse como una convergencia de las propuestas de teatro comunitario y
teatro popular caracterizados por ser una práctica creada por la misma
comunidad. Esta visibiliza los diversos problemas que se presentan, permite
construir un discurso sobre temas que en otros espacios son silenciados,
pretende generar reflexiones individuales y colectivas, y, permite fortalecer
los elementos culturales que generan identidad (Lomanto,
2016). Por
ello, retomando las palabras de Freire (2005) ante un auditorio de hombres y
mujeres interesados en una visión crítica de la pedagogía, a ‘Identidad
Campesina’ se le manifiesta que “la búsqueda y la esperanza forman parte de la
naturaleza humana. Buscar sin esperanza sería una enorme contradicción. Por
esto la presencia de Ustedes en el mundo es una presencia de quienes andan y no
de quienes simplemente están” (p.
23).
‘Identidad Campesina’ como
propuesta pedagógica popular
La pedagogía ha sido reducida al proceso de
instrucción y enseñanza y a las relaciones que se establecen en el marco de la
institucionalidad escolar; esto, debido a la forma en que se asumen las
instituciones educativas hoy. Se ubica a la pedagogía en un horizonte más
amplio al rescatarla de la cárcel de la escolarización y con ello se la
entiende como un proceso de socialización. Es decir, un saber teórico-práctico
fundante de relaciones sociales en el saber y el conocimiento que opera a
través de diferentes procesos metodológicos como dispositivos de poder en el
saber (Mejía,
2011). De
igual forma, el carácter de lo popular en la educación no hace referencia al
trabajo directo con el pueblo como grupo social, es decir, con sectores o
poblaciones discriminadas y/o empobrecidas; sino bajo la concepción de
construir y visibilizar el pueblo político y las prácticas encaminadas a su
emancipación.
Por otro lado, retomando los aportes de Dewey (2010)
sobre la relación entre estética y experiencia, se puede señalar que “lo
estético yace al interior del individuo, y en la medida en que se hace presente
en cada vivencia humana, toma la forma de experiencia estética” (p.
123). Esta experiencia
es, entonces, una manifestación de una visión sensible del mundo que, al mismo
tiempo, es capaz de producir sentido. Así, la experiencia estética no se
produce de forma pasiva sino que involucra un papel activo de quien la vive con
relación al objeto estético y a su entorno.
Si nos enfocamos en la experiencia estética a
partir del arte se puede afirmar que, en lugar de describir una emoción en
términos intelectuales, el artista realiza un acto capaz de engendrar emoción,
de producir una experiencia estética en una doble vía: tanto para el artista
que crea el objeto estético como para quien lo contempla, lo analiza y lo sitúa
frente a su propia realidad. En el caso del teatro, la puesta en escena permite
al artista construir un papel a partir de las experiencias pasadas, recurrir a
sensibilidades conocidas o situarse en espacios imaginarios que sean capaces de
crearlas. Por otra parte, al espectador la escena lo convierte en un
participante de la obra a partir de las emociones y la sensibilidad que
despierta. Así, la experiencia estética que viven unos y otros se convierte
también en una experiencia pedagógica.
En el caso de ‘Identidad Campesina’, quienes
integran el grupo realizan una construcción de las obras a partir de las voces
de todos y todas, lo que les permite ver reflejadas sus ideas en la obra final.
Así mismo, utilizan la improvisación a lo largo de la puesta en escena, tomando
como base sus propias vivencias después de hacer un proceso de reflexión sobre
la realidad en la que viven y las problemáticas a las que se enfrentan como
comunidad. Sus integrantes más jóvenes rescatan y valoran lo aprendido con amor
y sensibilidad.
Así las cosas, Víctor Manuel resalta que como grupo
“pertenecemos también al PCPV, y he aprendido a amar el agua, a amar la
naturaleza, a luchar por la naturaleza; y he
aprendido a hacer sentir bien a la gente“ (comunicación
personal, 13 de noviembre de 2021). Por su
parte, Juliana dice que “aprender de todos, es muy bonito porque, tú dices
‘bueno yo tengo esta idea pero que tal la digo y esté mal’. ¡No!, todas las
ideas valen, y eso es chévere, como... construir colectivamente las cosas” (comunicación
personal, 13 de noviembre de 2021). En este
sentido, ‘Identidad Campesina’ es una escuela permanente en donde se trata de
rescatar el pensamiento propio para fortalecer la cultura campesina, la
esperanza en el presente y el futuro.
La metodología de construcción y
puesta en escena de las obras constituye un proceso pedagógico profundo. Al
respecto, Oscar Eduardo permite comprender mejor este ejercicio pedagógico
cuando dice que como grupo de teatro no siguen un guion:
¿Qué es
lo que hacemos nosotros? Llegamos con una idea, por ejemplo, Máncer dice:
bueno, yo tengo la idea de que hagamos la obra así, pero luego cada quien hace
sus aportes: “metámosle esto”, “hagamos esto”’. Las obras son muy conversadas,
no hay una directriz que tenemos que hacer esto, no. Las obras son muy
conversadas, las hablamos, cada muchacho, cada muchacha hace su aporte. Lo que
hacemos nosotros es sacar unas ideas principales, las escribimos en un
tablerito y trabajamos. Hacemos un guion, pero un guion general, ideas
principales y hágale… Y decimos con Máncer que quizá esa misma libertad que se
da influye para que ellos sean unos muchachos más despiertos, que si los
invitan a un escenario a hablar ellos lo hacen, sin miedo. (Comunicación
personal, 13 de noviembre de 2021).
En relación con la experiencia de
los espectadores, estos acuden a una obra cuyo mensaje tiene una relación
directa con las ideas rectoras, los consensos y ejes políticos del PCPV. Diego
afirma con orgullo que:
Para donde vamos somos el grupo de teatro Identidad
Campesina, perteneciente al ‘proceso campesino’, porque sabemos que somos eso, las
ideas están muy en eso… mientras el ‘proceso’ como tal va a realizar las
reuniones afrontando una problemática, nosotros mediante el teatro nos montamos
a las tablas y decimos lo que se dice en la reunión, pero mediante el teatro y
la comedia. (Comunicación
personal, 13 de noviembre de 2021).
En este sentido, en el encuentro
que se produce entre el espectador y la obra se problematiza la realidad a partir
de la experiencia estética, del placer generado por las obras, de las emociones
vividas en la interacción con ellas.
Además, como lo manifiesta el
profesor Oscar Salazar en una entrevista a Valentina Lomanto (2016), el teatro
tiene la licencia para:
Tratar temas que el discurso político no permite
hacerlo, llega a dimensiones del ser humano que, si usted los trata de tocar en
un discurso directo político, político histórico si se quiere, usted la
embarra. Usted va a tratar el tema digamos de las iglesias en una comunidad,
sepa que por donde se meta va a salir mal parao. Pero si usted lo trata con el
teatro, eso es otra cosa. Estoy dando un mero ejemplo de cómo una expresión
artística es tan rica, permite tratar tantos aspectos que están vedados para
otros discursos… Eso nos permite avanzar, reírnos de nosotros mismos, nos
permite construir liderazgos, nos permite construir un mensaje político en otro
lenguaje, llegar a personas que están cerradas a otros discursos… es muy
importante” (p.
47).
Lo anterior, se transforma
entonces en una en una licencia que permite potenciar el ‘proceso campesino’.
Desde la propuesta de Boal (2008)
conocida como el ’teatro del oprimido’, se afirma que “la característica más
importante del teatro que se dirige al pueblo debe ser su claridad permanente,
su capacidad de alcanzar, sin rodeos o mistificaciones, al espectador en su
inteligencia, en su sensibilidad” (p.
190). Así, se
puede afirmar que la propuesta de ‘Identidad Campesina’ es una apuesta cuya
narrativa afecta a los sujetos desde la racionalidad y desde la afectividad. Lo
anterior. permite un trabajo emocional generando en los espectadores
sentimientos de identificación y arraigo en el campesinado y de solidaridad y
empatía en otros sectores sociales. Estas emociones y sensaciones se constituyen
como ‘pensamiento sensible’, donde el cuerpo y los sentidos permiten el
aprendizaje, es decir, donde:
El cuerpo humano es la fuente – y los lenguajes
estéticos, los medios – de un Pensamiento Sensible, paralelo y simultáneo al de
las palabras, indispensable e insustituible para la más amplia y
multidimensional percepción del mundo y para su comprensión más profunda. (Boal,
2008, p. 45)
En consecuencia, desde la
dialogicidad la práctica pedagógica que experimentan las y los miembros de
Identidad Campesina permite recordar que
“no hay palabra verdadera que no sea una unión inquebrantable entre acción y
reflexión y, por ende, que no sea praxis… no hay denuncia verdadera sin
compromiso de transformación, ni compromiso sin acción” (Freire,
2005, p. 97). Además,
si se asume esta puesta en escena como parte del arte crítico, que según
Ranciere (2004, como se citó en Arcos, 2009) “en su forma, la más general, se
propone generar conciencia de las mecánicas de la dominación para convertir al
espectador en actor consciente de la transformación del mundo" (p.
147); los actores
y el público se vuelven actores en la interpretación-transformación de su
realidad.
Por todo lo anterior, la práctica
pedagógica que desarrolla Identidad Campesina puede ser abordada bajo los
principios de la educación popular, donde la experiencia permite conocer otras
formas de pensamiento y su pluralidad. Además, partiendo del diálogo de saberes
y de la negociación cultural como base fundamental, visibiliza los sentidos de
vida de los sujetos reconociendo que su existencia es histórica, política,
social, cultural y contextual.
La narrativa y la historia en ‘Identidad
Campesina’
El teatro puede considerarse como
un:
Medio ideal para el tratamiento de temas
históricos, ya que en sí mismo logra conjuntar el pasado y el presente a través
de la representación; en otras palabras, en el teatro el pasado aparece como auténticamente
presente. El teatro histórico se concibe como medio de literaturización de la
historia en los que, de acuerdo al momento histórico, la ideología y la
corriente estética, se pretende dar una visión de la historia que legitime,
consolide o critique un sistema político y sus implicaciones históricas y
sociales. (Adame,
s. f., p. 2).
Con esto en mente, en una de las
presentaciones de ‘Identidad Campesina’ (ver figura 7), ante cientos de
campesinos y organizaciones sociales, Máncer afirmó que:
[Desde] el
grupo de teatro Identidad Campesina, hemos entendido que el arte es una
herramienta para mantener la memoria de los pueblos, para que las huellas, el
pensamiento, el pensamiento puro de lo que somos, siempre quede plasmado. El
gran capital nos ha quitado de a pocos, nos ha ido arañando el alma, pero
unidos la hemos ido reconstruyendo y ahora no es cualquier alma: es un alma
revestida de libertad, es un alma revestida de dignidad. (Comunicación
personal, 13 de noviembre de 2021).
Figura 7
Identidad campesina
Nota.
Creación colectiva Identidad Campesina
Por otro lado, al abordar la narrativa en una obra
de teatro es fundamental aclarar que los componentes que conforman el mensaje
no se dicen únicamente por el actor a través de la palabra. Estos, se
encuentran también, y principalmente, en la acción física del actor, en lo que
sugiere y en lo que no se dice. Los entramados de palabras y movimientos
corporales que tienen una esencia emotiva que los impulsa y que generan en el
espectador una experiencia estética y lo ubican en un momento histórico,
constituyen, en términos generales, el texto de la obra. Este texto es
fundamentado a partir de unos subtextos que son la base emotiva y simbólica a
la que recurre el actor cuando crea un personaje; la conjugación de su
consciente y su inconsciente que se ha formado a partir de la experiencia
vital, corporal y afectiva.
Recordando que la puesta en
escena de ‘Identidad Campesina’ se construye a partir de ideas centrales que no
son un guion sino el cuerpo general de la obra, las sensaciones y emociones, a
las que se hizo referencia antes, sostienen la interpretación recreada en el
teatro y permiten un permanente juego en la creación y modificación de los
diálogos de la obra. Así, se tiene como premisa que siempre el mensaje, en
cualquier circunstancia, debe ser esperanzador.
El argumento en cada obra de ‘Identidad
Campesina’ problematiza la realidad, recupera lo que no ha querido ser nombrado
y lo presenta al público con un relato creado desde la cotidianidad rural. No
se trata solo de reconocerse en un contexto histórico, sino reconocerse como
sujeto histórico, lo que se consigue incidiendo en la realidad desde nuestros
sueños, desde nuestra memoria y desde nuestras propias visiones de futuro; solo
así se logra incidir en el curso de la historia. Con la dificultad de no poder
plasmar toda la experiencia viva del teatro, se presentan, a continuación,
secciones y elementos de algunas obras de ‘Identidad Campesina’ que pueden
aportar en el análisis de la narrativa, la estética y la pedagogía de sus obras.
Nos quieren amargar el dulce
En esta obra, a partir del hecho
de que la producción de panela en Colombia ha sido reglamentada y se han
establecido una serie de condiciones para la cadena de producción que, en el
papel, son garantes de su calidad; salen a escena la violencia, el despojo y la
política que privilegia a la gran industria y destruye al campesinado. La obra
inicia en un mercado donde una campesina vende panela y un campesino vende
yuca, se conocen y posteriormente conforman una familia. Meses después, ya con
hijos a bordo se empieza a desarrollar el argumento. Empresarios y funcionarios
del gobierno preocupados porque sus ganancias sean mayores, proponen una
campaña mediática que el presidente de la república decide abanderar. Esta es una
escena que invita a reflexionar sobre la manipulación mediática y la ética
periodística que ha sido tan común en
los medios cuyos dueños son los grandes empresarios y las familias más ricas
del país. La campaña de los medios de comunicación masiva afirma:
—Diego (Periodista): desde caracol radio, blue radio
y rcn cortamos un poco la música para dar una noticia de última hora: desde el Ministerio
de Salud se les informa a todos nuestros oyentes que, según estudios
realizados, la panela de los campesinos, la panela que ellos sacan es sucia, es
perjudicial para la salud, es dañina—.
Cuando las y los campesinos la
escuchan, llenos de rabia deciden salir a los pueblos vecinos a hablar con las
comunidades para que se organicen:
—Máncer: dígale a la gente que nos organicemos,
tomarnos las carreteras, porque no hay que hacer ¿o nos dejamos quitar el
territorio? (el público contesta al unísono: ¡NOOO!) —.
En seguida, todos salen a
diferentes lugares para hablar con el campesinado y definir qué hacer. La
respuesta de la comunidad es la de tratar de encontrarse, organizarse, definir
los puntos comunes y generar alternativas para luchar contra lo que consideran
injusto. En el camino, Máncer se encuentra por primera vez a dos hombres (Cesar
Burbano y Mauricio Molano) quienes lo interrogan, aunque él no les presta mucha
atención; cuando se vuelven a reunir han definido movilizarse y nombran a Máncer
como su representante, a quien le afirman que no debe sentir miedo porque no
estará solo. En seguida, cuando Máncer sale de su territorio, se encuentra nuevamente
a los dos hombres:
—Hombres: ¿para dónde se dirige, pa onde va? —.
—Máncer: a luchar por el derecho —.
—Hombres: ¿a qué se dirige, a qué
se dirige? —.
—Máncer: oiga, pero guarde esa arma —.
—Hombres: ¿a qué se dirige, a qué se dirige? —.
—Máncer: yo voy a luchar por los derechos y a esto
no le temo, a esto no le temo porque el territorio y las semillas son nuestras,
la cultura es nuestra —.
A Máncer lo asesinan disparándole
cinco tiros, la familia escucha el estruendo que producen las balas y, junto
con sus compadres, encuentran el cuerpo; una escena dura, triste y conmovedora.
En medio del dolor por la muerte de su compadre, surge la voz de
fortaleza:
—Eduardo: ¿qué le hicieron a mi compadre? Lo
asesinaron por todos nosotros, por velar por los derechos, por luchar por el
territorio, por luchar por las semillas. Comadre, ahijados, este momento es muy
triste, pero vamos a darle a mi compadre los honores que él se merece —.
Para representar las honras
fúnebres, surge la música y letra de ‘Ricardo Semillas’, canción que Ana y
Jaime inmortalizaron y que suena de fondo como complemento del relato:
Ricardo
reunió a los hombres y les habló con despacio/ palabras verde esperanza teñidas
de sal y selva/ les dijo la vida es nuestra también es nuestra la tierra/ y las
palabras que traigo son semillas también nuestras… Un disparo cortó el viento
con sed de sangre emboscada/ y Ricardo dobló el cuerpo sin terminar la palabra/
Ricardo murió ese día hermano de hombre y semilla/ murió mirando la vida que
entre sus manos moría/ ay ay ay ay que entre sus manos moría/ ay ay ay ay
Ricardo murió ese día. (Ana y Jaime, 1969)
Desde la profunda tristeza y
rabia nace como homenaje un mensaje de identidad y de resistencia. Frente al
cuerpo que yace tendido en el escenario, uno a uno va realizando una ofrenda
(ver figura 8):
—Juliana: ¡caña, que significa resistencia! —.
—Diego: ¡agua, que significa vida! —.
—Cristian: ¡café, que significa cultura! —.
—Yady: ¡tierra, significado de territorio! —.
—Eduardo: ¡maíz, que significa soberanía
alimentaria! —.
—Todos: ¡y que viva la lucha campesina! —.
Figura 8
Obra Nos quieren amargar el dulce
Nota. Tomada
de Facebook de Identidad Campesina
La obra finaliza con un
contundente mensaje de Máncer, quien se pone nuevamente en pie para decir:
—Piensan que matándonos lograrán ganar, dirán que estoy muerto porque la sangre tal vez la mezclen con la divinidad creída, pero mi cuerpo y mi pensamiento se sumerge para seguir luchando por la libertad, para seguir luchando por el agua —.
La muerte de líderes sociales en
el país, las ejecuciones extrajudiciales mal llamadas falsos positivos y la
violencia ejercida por la clase dominante en toda la historia de nuestro país son
las causas de la confrontación armada que aún se mantiene; pero ante la muerte
la respuesta es la vida y la esperanza.
El jugo de la panela que me
alegra la Churumbela
En esta obra es el guarapo
fermentado el que entra en escena como bebida tradicional de los campos
colombianos para problematizar cómo los productos industriales van quitando las
costumbres del campo. Los espectadores, que se sienten identificados en una
historia que muestra a una familia, a un grupo de amigos, al cura del pueblo y
a la policía bebiendo guarapo, ríen y se divierten con la borrachera de los
actores y los acontecimientos que de ella se producen (ver figura 9).
Figura 9
Obra El jugo de la panela que me
alegra la Churumbela
Nota. Tomada
de Facebook de Identidad Campesina
En el transcurso de la obra,
mientras el guarapo ya ha hecho efecto sobre algunos, entra Cristian (la
tenencia - policía) a escena atendiendo la llamada de su superior, quien da la
orden de decomisar las guaraperas. La discusión sobre la doble moral también
hace parte de la obra, cuando la tenencia participa de la borrachera pero
detiene a los demás en el cumplimiento de sus órdenes. Cerrando la obra, el
mensaje de ‘Identidad Campesina’ es claro y firme:
—Eduardo: la tomadera hay que pararla, hay que ir a
limpiar el cañal… No y ¡qué problema con eso del guarapo!, ¿no? —.
—Máncer: oiga que ahora hay que emborracharse es con
aguardiente y esas otras cosas dicen —.
—Eduardo: Pero, así como expropiaron el guarapo
vienen expropiando semillas, territorios, a los campesinos nos están
arrinconando con una cosa, con otra. Eso no es mentira —.
—Máncer: Póngase, es que hasta la forma de divertirnos
nos la están quitando… ¡Ay infelices! —.
—Eduardo: y dicen que vienen proyectos más grandes y
jodidos todavía, pa los territorios, pa todo —.
—Máncer: Ay juepucha, ¿yora?
—.
—Eduardo: organizarnos, ¡qué más! —.
—Máncer: no, y ¿sabe qué? es seguir sembrando,
cultivando la tierra a ver si dan… y no nos dan —.
—Eduardo: y recuperar las semillas nativas, las
propias ¿se acuerda? las de antes —.
—Máncer: Eso sí tiene razón compadre, pa
qué… —.
Al final, y teniendo en cuenta
que la obra inicia como un relato amistoso, Máncer le narra a Diego mientras
caminan:
—¿Ahora sí me entendió, sí me escuchó por qué nos
están quitando las cositas propias de nosotros? Eso es pa que se dé cuenta, los
jóvenes van a la universidad, pero no pa que se vuelvan unos embudos de recibir
información, también tienen que hacer respetar el pensamiento que llevan de acá
de los territorios —.
Quédese en el campo compadre
La idea que se ha tratado de imponer,
y que en muchos casos ha tenido éxito sobre las mentes de muchas personas, es
que la vida en el campo es una vida difícil, que no permite el progreso ni de
su propia gente ni de la sociedad, que invita al campesinado, y especialmente a
las nuevas generaciones, a salir del territorio, a cambiar su estilo de vida.
Con esto en mente, ‘Identidad Campesina’ crea una obra cuyo título deja en
claro el argumento de la obra: Quédese en el campo compadre (ver figura
10). Una obra que inicia con tres amigos campesinos de La Vega, uno de
ellos cansado de trabajar y sembrar la tierra decide venderla para irse a la
ciudad, comprar una moto y mejorar sus condiciones de vida.
Figura 10
Obra Quédese en el campo compadre
Nota. Tomada
de Facebook de Identidad Campesina
El diálogo entre ellos indica la
disputa ideológica entre quienes defienden y promueven la cultura campesina y
entre quienes han sido permeados por la visión capitalista de progreso, e
inicia con el gesto despectivo de Máncer quien niega el saludo de mano a
Eduardo porque está embarrado de tierra. Eduardo explica su punto de vista:
—Eduardo: Máncer por dios, cómo se le ocurre, si
usted me dijera me voy pa Popayán porque ya tengo unos centavitos, voy a
estudiar o voy a hacer estudiar mis hijos pues yo le digo hombre hágale porque
educarse está bien, salir a capacitarse para después volver al pueblo con
grandes conocimientos, eso está muy bien. Pero ¿irse a la de dios? —.
Máncer sigue con su plan
adelante, vende su tierra a Diego y parte a Popayán. En el inicio de su nueva
realidad se enfrenta a una serie de dificultades que lo llevan a reflexionar
sobre la decisión que tomó y a extrañar la vida en el campo. Después de una
serie de situaciones que producen la risa y la reflexión en los espectadores,
la decisión de Máncer es definitiva: volver a La Vega a retomar el sentido de
su vida. En su retorno se encuentra con Juliana, quien ha terminado la
universidad y también añora el regreso; ya en La Vega, los tres amigos vuelven
a dialogar:
—Máncer: y vea yo volver e irme pa la ciudad ques
que a… como irme como puerco sin tranca, no señor… —.
—Eduardo: cuánto te dije yo, cuánto te dije, mira la
historia de Juliana … ella se fue, estudió… no y viene ya profesional a
enseñarle a la gente lo que aprendió —.
Juliana entra al diálogo para
poner en escena la relación campo-ciudad desde lo productivo: el campo que
brinda alimentos orgánicos a la ciudad y la ciudad que apoya la economía rural.
Se pone de manifiesto que, a pesar de que nuestro país tiene las condiciones
geográficas y la población necesaria para garantizar una política de soberanía
alimentaria, desde hace varios años los gobiernos han decidido importar grandes
cantidades de alimentos, llevando al campesinado a sembrar productos que son
destinados para la industria.
La obra finaliza con un mercado
campesino en la ciudad y con una serie de coplas que exaltan los alimentos
cultivados y producidos en los campos, la última de ellas recuerda que:
—Diego: lo que hacen los campesinos/ es una gran
maravilla/ porque cuidan el ambiente/ también cuidan la semilla —.
Espejo humeante
A diferencia de las anteriores, Espejo
humeante cuenta con un narrador que va guiando el transcurso de la obra,
que desarrolla el argumento paso a paso y que transporta del pasado al presente
a los espectadores y les muestra cómo la historia se repite. El narrador es
Héctor Fernando Cortez, antiguo miembro de ‘Identidad Campesina’, quien, al
inicio de la obra recuerda que:
—El que no conoce su historia está condenado a
repetirla, y el primer paso para construir futuro es conociendo nuestro pasado…
Les pido que me crean una simple cosa; les pido que me crean que el futuro está
en nuestras manos, que el futuro está en el campo, está en los campesinos, en
los indígenas y negros —.
Esta obra, desde el abordaje de la
explotación minera como amenaza para las comunidades y la vida, lleva al
espectador del pasado al presente y del presente al pasado: en la historia
latinoamericana, este problema de la actualidad se entiende también como un
problema histórico, donde se resalta la permanente ironía:
—Héctor: nuestra América Latina, nuestra, sigue
siendo rica, sigue siendo majestuosa, y bien dicen por ahí que nuestra
desgracia está ceñida a nuestra riqueza—.
Contrastando
la minería actual con la época de la colonia se muestran las continuidades
históricas en la política de despojo y de marginamiento a las que las
comunidades rurales se han visto sometidas en las disputas por la apropiación y
explotación del territorio. En el juego del tiempo, la obra transporta al
espectador de la época de la colonia a la época actual poniendo en duda la
independencia de nuestras naciones:
—Héctor: “¿Independencia? Según la historia oficial
somos independientes, pero simplemente hemos cambiado de amo; los protagonistas
han cambiado, pero la historia continua, y repito: en nuestras manos está
cambiar la historia. —.
Este diálogo da la entrada a
escena a campesinos y a una persona que, tratando de generar vínculos y ganarse
la confianza de los ellos, les gasta cerveza, les promete dinero y progreso
para ellos y la región y les afirma que su territorio será protegido. Esta
persona, que representa a un minero, llega a convencer a los campesinos quienes,
con el dinero prácticamente regalado y con las palabras de ese personaje
desconocido quedan felices y satisfechos. Aparece nuevamente el narrador para
llamar la atención por lo que acontece y lanza la idea que en la siguiente
escena habrá de suceder:
—Héctor: Yo sueño con el día en que creamos que es
más importante nuestra agua, nuestras montañas y nuestras semillas que todo el
dinero del mundo… Batallemos, la vida es una batalla constante, pero eso sí,
batallemos juntos —.
El resto de la comunidad hace
entrar en razón a los campesinos engañados, quienes deciden reunir y organizar
a la gente e ir a confrontar a los mineros que ya se encuentran explotando las
montañas del Macizo. Como acto de mucho valor, la comunidad enfrenta a los
mineros, a sus hombres armados y los sacan del escenario, es decir, los sacan
de su territorio y con ello recalcan al unísono con los espectadores: “Si el
Macizo vive, vivimos todos”. La obra finaliza con el más claro mensaje sobre el
sentido de pertenencia y el amor por el territorio, por lo que implica su
protección, por ser la esperanza del futuro:
—Héctor: Sigamos caminando por estas trochas que
tanto nos han dado, sigamos amando a Albania, sigamos llevándola en el corazón.
Si simplemente hacemos eso, les aseguro, seremos felices. Y desde hoy, en este
preciso instante, las palabras que a unos aburran, las palabras que unos
piensen que es pura demagogia, puedan cambiar el rumbo de nuestro pueblo…
Granito a granito estamos construyendo un mejor futuro. ¿Cuál es el mundo que
queremos para nuestros hijos? Pensemos si lo que hemos hecho hoy sirve para
construir un futuro más bello. El futuro implica esperanza y yo los invito a
todos ustedes, paisanos del alma, a que no perdamos la esperanza; esa que está
en nuestras montañas, nuestros ríos, nuestra gente —.
A la patria dividida: una
identidad sentida
Como se abordó al inicio, una de
las principales exigencias del movimiento campesino es su reconocimiento como
sujeto cultural y de derecho; una apuesta política por la que se ha luchado en
movilización, en la vía jurídica y en el aspecto ideológico. Esta obra, como
sucede ya con algunas otras, trata de mostrar al argumento a partir de su
título, en donde se parte por reconocer la división que existe en el país y se
afirma una identidad, que en este caso será la campesina. Aquí se muestra una
parte de la realidad a la que el campesino se ve sometido: al trato desigual,
al no reconocimiento de derechos, al desconocimiento de su cultura en un país
que se llama a sí mismo ‘defensor de la diversidad cultural’ (ver figura 11).
En la obra, Juliana representa a
Colombia y lleva sobre su cuerpo papeles que representan los productos del
campo y que son quitados para ubicar en ella a hidroeléctricas, mineras, comida
chatarra. Se presentan los cuatro actores fundamentales de la ruralidad
colombiana: las comunidades negras, indígenas y campesinas, representadas por
Diego, Mauricio y Máncer respectivamente; pero, también, está el presidente, interpretado
por Eduardo y el empresario ‘gringo’, representado por César, quienes asumen su
papel de clase.
Figura 11
Décimo encuentro Pueblos y
Semillas - PCPV
Nota. Tomada
de Facebook de Identidad Campesina
La obra inicia con un diálogo
interno entre el campesinado, pero también con el público, que por cierto
responde:
— Máncer: ¿Acaso no merezco mi semilla? ¿Acaso no
soy bueno? ¿Acaso me han puesto a trabajar en campo ajeno? No sé hoy ustedes
que me digan, no sé qué opinen. Pero ¿será que vale la pena que existan campesinos? —.
— El público unánime: ¡SIIII! —.
— Máncer: Ahhh porque estamos entre pueblo. Pero
esos malparidos de arriba dicen que campesinos para qué, que el campesino quizá
le estamos haciendo estorbo, quizá nos quieren es sacar de este territorio;
pero a mí no me van a sacar, no me van a sacar porque a Colombia yo le siembro
comida, y mientras tenga comida a nadie me le voy a arrodillar, mientras tenga
mi comida, mi pensamiento será libre. Aquí, aquí donde mi mama me parió, aquí
estoy, aquí estoy… y te lo juro mamacita que, por tu memoria, de esta tierra no
me voy. Todos mis sentimientos voy y los
cargo en el surco, me voy a trabajar, a desyerbar el frijol, a desyerbar la
mazorca y a seguir sembrando, por eso voy a seguir trabajando —.
Máncer empieza a trabajar la
tierra mientras entran a escena Mauricio y Diego, negros e indígenas. Un primer
encuentro de culturas se toma las tablas, un encuentro de reconocimiento mutuo,
de comprender qué aporta cada uno, de reconocer las diferencias, de sentir que
“ya estamos completos”. Mientras esto sucedía, en una escena posterior pero que
pareciera desarrollarse en paralelo y en una realidad diferente a la de las
comunidades, el servil presidente recibe al negociante, individualista y
deshumanizado ‘gringo’:
— César: yo estoy interesado en todos los recursos
naturales del Macizo Colombiano
Eduardo:
se lo tengo todo —.
— César: Querer todo, no importar la gente, a la
gente dividirla y si es necesario matarla —.
— Eduardo: ¡Uy!… bueno —.
— César: yo hacer negocios con Canadá. No importar
nada —.
— Eduardo: usted nomás me dice que yo sé cómo
manejar al pueblo —.
El ‘manejo’ al que el presidente
se refiere es la antigua estrategia utilizada en todo el mundo a través de
siglos y que tanto resultado les ha dado: divide y reinarás. Es cuando el
presidente decide invitar al indígena y al negro a su despacho para otorgar
derechos diferenciados, especial protección, reconocimiento como auténticas
razas y culturas, “no como esos campesinos que no representan nada”. Este
tratamiento diferencial, no puede asumirse como el deseo del no reconocimiento
de los grupos étnicos sino de la necesidad de avanzar en el reconocimiento
propio, de que el campesinado también es un sujeto de derechos.
La obra continúa mostrando el trato
diferenciado entre los grupos culturales cuando al campesinado se le niegan
cupos especiales para permitirles el ingreso a la universidad y cuando de
prestar servicio militar se trata. Solo un par de ejemplos de la diferencia
entre las bases jurídicas de los grupos étnicos en relación con el grupo
cultural campesino, del reconocimiento desigual, de políticas que, junto a las
extremas condiciones de desigualdad que existen en el país frente al uso y
acceso de la tierra, han llevado incluso a confrontaciones entre negros,
indígenas y campesinos.
A pesar de estas confrontaciones
que se presentan en los campos de Colombia, y en especial del suroccidente, la
obra presenta un final en el que campesinos, indígenas y negros se unen para
transformar colectivamente la realidad y construir un mejor país. Mientras
tanto quitan los papeles que están sobre Juliana y que representaban a las
multinacionales que se habían apoderado de Colombia y las reemplazan por los
productos sacados de la tierra como símbolos de la interculturalidad. Se
concluye la obra con emoción y esperanza:
— Juliana: Y qué alegría ver por fin a mi pueblo
junto, porque esto es lo que le falta a Colombia que nuestras etnias, que
campesinos con afros e indígenas se luchen en unidad porque ahora si vamos a
construir un país al tamaño de nuestros sueños —.
Esta breve descripción y
narración de algunas de sus obras, sin perder de vista que aquí no es posible
ver y analizar la gestualidad corporal invita a comprender que no hay palabras
más precisas que las utilizadas en su nombre (‘Identidad Campesina’) para
definir en qué consiste la experiencia pedagógica y estética y la trama y
argumento de sus obras.
‘Identidad Campesina’ aborda
aspectos y problemas actuales que también han sido problemas de toda la
historia republicana del país, e incluso antes. Por esto, sus obras generan
preguntas, inquietudes, invitan a reflexionar sobre la realidad y sobre el
papel que juega cada persona en la sociedad. Es, en suma, un retorno permanente
a lo comunitario, entendido como pluralidad, solidaridad, compromiso y
corresponsabilidad entre sujetos singulares.
En este sentido, y teniendo en
cuenta que “el campo artístico de donde surge lo teatral, puede entenderse como
un suceso cultural popular de participación transformadora, con carácter
histórico y portador de elementos identificadores, contenido en un capital
simbólico, relevante para los escenarios rurales” (Matos
y Estévez, 2017, p 9), se
considera que la puesta en escena de ‘Identidad Campesina’ hace parte de una
política popular y comunitaria. En esta:
La
producción de narrativas y simbolismos que alimenten los sentidos de
pertenencia, identificaciones presentes y visiones de futuro es muy importante,
pues solo hay comunidad allí donde hay un imaginario instituyente compartido,
una subjetividad constituyente de un nosotros que se diferencia de ‘los otros’,
pero que a la vez no subsume la singularidad de los sujetos comunitarios. (Carrillo,
2013, p. 220)
Una narrativa de lo comunitario,
una experiencia estética basada en la risa, en la alegría y que invita a la
esperanza. En palabras de Máncer:
Obras que
llevan mucho mensaje para los pueblos, para la gente y también se da a entender
que el teatro es otra manera de protestar y también podemos protestar haciendo
reír. Porque cuando uno con el desagravio, cuando uno con la injusticia hace
obras de teatro, y hace reír, pues también esas risas le dan a entender a uno
que hay esperanza, y mientras que haya esperanza van a seguir existiendo
campesinos, van a seguir existiendo territorios con indígenas, va a seguir
existiendo un poco más justicia social en nuestros campos, en nuestros territorios.(Comunicación
personal, 13 de noviembre de 2021).
Conclusiones
El PCPV se ha constituido, desde
diferentes escenarios y con diversas propuestas, en un baluarte del Macizo y
del Suroccidente Colombiano. Su experiencia ha permitido que hombres y mujeres
sean partícipes de la construcción de políticas populares y de prácticas de
educación popular encaminadas a la defensa del territorio y al reconocimiento
del campesinado como sujeto de derecho. Para el trabajo del PCPV, dada la
pertenencia al proceso de los integrantes del grupo de teatro, ‘Identidad
Campesina’ se convierte en una herramienta pedagógica fundamental.
A partir de diálogos realizados
con diferentes personas que han participado como espectadores en las obras de
teatro, se puede afirmar que la agrupación genera afectividades y emociones que
posibilitan una mayor disposición a dialogar y reflexionar sobre los problemas
a los que se enfrentan como comunidad, a buscar alternativas para los mismos y
a actuar para conseguir transformaciones. Así mismo, la experiencia pedagógica
se vive hacia adentro tocando las fibras más sensibles de las actrices y los
actores quienes usan su experiencia vital para construir la narrativa de las
obras. Ellos son quienes, a partir de la improvisación, el juego, las emociones
sentidas a flor de piel, el saberse parte de un colectivo donde cada quien
importa y cada quien debe aportar, aprenden a crear en colectivo, a entrar en
diálogo con las ideas de los demás, a construir comunidad.
En ese ejercicio pedagógico y
estético, ‘Identidad Campesina’ desarrolla una batalla ideológica contra el
sentido común del capital y contra su noción de progreso; esa idea que trata de
imponerse y que busca hacer del campesinado la mano de obra barata de la
industria agraria. Para su reconocimiento, el mismo campesinado debe estar
convencido de su papel como sujeto político, de su importancia cultural,
organizativa, ambiental y productiva, de luchar contra el desarraigo; en esta
batalla, ‘Identidad Campesina’ cumple un papel de suma importancia.
Por otro lado, la creación de la
narrativa del teatro en general, y de ‘Identidad Campesina’ en particular, se
da a partir de la corporalidad, la afectividad y la experiencia vital de sus
integrantes. Estos son los elementos que constituyen la obra, que dan vida a
los personajes, que les permite acercarse aún más a los espectadores. En sus
obras, los relatos y las tramas pueden cambiar en su forma y composición,
pueden ser diferentes, pero el argumento de cada una se orienta al
fortalecimiento de la identidad campesina. No pudo existir un mejor nombre para
su grupo de teatro.
Con ‘Identidad Campesina’
encontramos que las obras puestas en escena tratan de ir más allá de la comedia
y la ficción, narran y visibilizan dimensiones estructurantes de la historia,
del presente y pasado del campesinado y fortalecen la identidad cultural
campesina asumiendo plena conciencia de su rol histórico. De igual manera, en
sus obras el pasado, el presente y el futuro están en un constante movimiento
para tratar de cambiar el porvenir identificando el rol histórico de las
comunidades rurales y principalmente del campesinado. La historia no es contada
sin intervenir en ella, todo lo contrario: se trata de contar la historia de la
marginalidad, del despojo y del desarraigo para convertirla en una historia de
reconocimiento, de justicia y de esperanza.
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[1] Ingeniero en
electrónica y comunicaciones (Universidad del Cauca), Estudiante de la Maestría
en Pedagogía y Cultura (Universidad de Nariño). Miembro del Proceso de Unidad
Popular del Suroccidente Colombiano PUPSOC. Correo electrónico: o.viveros.egas@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8689-5997
Fecha
de recibo: 19/04/2022 Fecha de
aceptación: 11/05/2022
[2] Oscar Gerardo
Salazar es un campesino de La Vega, líder histórico del PCPV, fundador del
Proceso de Unidad Popular del Suroccidente Colombiano (PUPSOC) y de la Red de
Derechos Humanos Francisco Isaías Cifuentes. Sus aportes a la lucha social y al
reconocimiento del campesinado lo han convertido en uno de los líderes con
mayor reconocimiento en los movimientos sociales.
[3] Gentilicio de La Vega
[4] Se refiere al
último grado de la educación básica en el Sistema Educativo Colombiano